lunes, 30 de diciembre de 2013

only tomorrow

Lupita guarda cosas. Cartas y recortes  de prensa, notas garabateadas en cualquier papel, fotos viejas. Libretas cuajadas de su escritura apretada y menuda, de sus dibujos minuciosos.



En cajitas de cartón o en álbumes, en sobres, en carpetas azules, en latas de galletas, ordena sus recuerdos para cuando el vendaval de los años arrase su memoria... 

Un rastro de migas de pan para regresar a casa.

lunes, 23 de diciembre de 2013

sin orden ni concierto

Cosas que le gustan a Lupita:



las manzanas 
las botas de punki 
las medias de colores
las chicas con el pelo corto 
Godzilla 
los tebeos de Jaime Hernández 
comer con los dedos
la ciencia ficción
las gafas de sol
Marte
el disco de Family
fumar en el balcón 
las películas de miedo y las comedias viejas con Cary Grant
pepinillos en vinagre bien crujientes
escuchar MUY ALTO a Sonic Youth
Charlie Brown, Peppermint Patty, Linus, la niña pelirroja
(sobre todo, Linus)
los chicos guapos sin afeitar
pintarse los labios muy rojos
Lovecraft 
bailar


reír
reír a carcajadas 




(eso es lo más importante: si se acaba el mundo, que nos coja bien reídos)




lunes, 16 de diciembre de 2013

el bello verano

Lupita se acuerda todavía de su primo, el de la melena rubia. Llevaba siempre botas camperas y cazadora vaquera, y tenía los ojos azules como el cielo de agosto. ¡Mira que era guapo, el ladrón! Se acuerda de él a veces, y de la moto. Por las mañanas la llevaba en el sidecar por el paseo marítimo, y a ella le encantaba esa sensación de velocidad, el cabello revuelto y el olor a sal. Lo miraba a él, siempre riéndose, inclinado sobre el manillar, y sentía una excitación que entonces, hace tanto tiempo ya, no sabía explicarse, un fuego gozoso e inquieto que hoy entiende muy bien.

Por las tardes, su sitio en el sidecar lo ocupaban unas chavalas con faldas muy cortas y unas piernas larguísimas que tenían que doblar como si fueran cigüeñas para poder sentarse. Su primo le solía guiñar un ojo antes de arrancar la moto y perderse hasta la mañana siguiente.


Hoy es Lupita la  que se ríe cuando se acuerda del hervor de rabia que le encendió la sangre el día que encontró en el sidecar, debajo del asiento, unas bragas chiquitas y arrugadas, llenas de arena. Unas bragas que eran un enigma y, también, sin que entonces supiera bien por qué, una afrenta.


lunes, 9 de diciembre de 2013

bello diablo

Es cosa de elegir. Hay quien se pasa la vida mirando al suelo, contando las losetas de la acera, y hay quien prefiere caminar con la vista al frente y no perderse nada de lo que hay a su alrededor.



Hace tiempo ya que Lupita decidió que lo suyo es abrir los ojos de par en par y mirar al cielo, fijarse en las cosas, disfrutar de todo lo que ve: ese gato que toma el sol con carita de chino feliz, el perfil de esa chica que fuma en la ventana, esa pintada un poco desvaída ya y que nadie ha querido borrar después de tantos años...

lunes, 2 de diciembre de 2013

Viernes

Naúfraga en un planeta rojo, alejada de las rutas seguras y sin manera de contactar con la base, Lupita camina, corre, salta, baila en la microgavedad. Contempla las estrellas, inventa constelaciones, las bautiza con títulos de películas, con nombres de bares, con versos de canciones de Sinatra...


Y de pronto, inesperada, una huella. Una huella solitaria muy cerca de los restos del naufragio. Una huella nítida en la arena, descalza, alienígena... Como una bomba.

Y Lupita se pregunta...

lunes, 25 de noviembre de 2013

palabras libres y violentas

Lupita ha sido siempre más de Velázquez que de Goya, y más de Rothko que de Bacon, sin embargo, pero seguramente su pintor es Malevich, y su cuadro ese puñetazo que se titula "Cuadrado negro sobre fondo blanco". Cuando lo vio por primera vez tuvo que sentarse a llorar, y desde entonces no hay día que no se acuerde de él, de una u otra forma.


Cuando viajó a 1914 quiso conocer a Malevich, pero al final todo se torció, como de costumbre. Acabó enrolada en el circo desaforado y suicida de Mayakovski, y una noche de frío, vodka y manifiestos cruzados tuvo que romperle la cara a Marinetti, que era un señorito con un poco de dandy y un mucho de bocazas, ridículo con su bigotón y su cháchara sobre la higiene del mundo...

lunes, 18 de noviembre de 2013

huracán Pereza

Paseo por la casa y busco el otro calcetín, pero no hay manera. Habría que poner un poco de orden, ya lo sé... Ay, pero este solecito...

Espío a los vecinos: sus pulcros balcones de exposición, sus perritos bien peinados y educados, sus buzones con los nombres mecanografiados y justificados, a doble espacio; esos felpudos de república independiente del carajo.

En mi buzón se lee Lupita en tinta roja, garabateado entre montañitas de tippex, y el balcón parece a lo mejor una zona de catástrofe después del huracán, eso ya lo sé. Pero cada mañana vienen los pájaros y se paran a charlar un ratito, chip-chip, todos los pájaros del barrio, sólo en mi balcón. Y, en el salón, parapetada entre torres de libros, la palmera está echando dos hojas nuevas.


Y eso me pone de muy buen humor. 

Aunque, al final, el calcetín no aparezca...

lunes, 11 de noviembre de 2013

Pitágoras

Nos separamos de golpe los tres, como hojas llevadas por el viento. Ese mismo viento de noviembre que nos gustaba sentir en la cara mientras fumábamos y hablábamos y jugábamos a combinar tres ángulos de todas las maneras posibles casi sin darnos cuenta, como los niños juegan: poniendo en ello toda la piel y todo el alma.



Hoy todavía veo de cuando en cuando a Álvaro, que era el ángulo A. Hablamos entonces de naderías y nos cuesta mirarnos a los ojos. De alguna manera, creo que lo que sentimos es vergüenza, un pudor raro y no sé si pueril que Lupita (el ángulo L) detestaría si estuviera aquí.

De ella no hablamos nunca, aunque, eso sí, está presente siempre... Durante mucho tiempo, todo giró en torno suyo: nosotros primero, en órbita rasante, y el mundo entero después. De algún modo, todavía hoy es así, pero ahora escondemos las manos en los bolsillos y forzamos un silencio que nos quema la garganta, miramos a otro lado, fingimos una prisa ridícula y nos alejamos en trayectorias opuestas sin nombrarla.

Estés donde estés, espero que nadie más te decepcione como nosotros lo hicimos, Lupita.

lunes, 4 de noviembre de 2013

cosas que importan

Lupita tiene ya sus años y sabe de sobra lo que es importante y lo que es accesorio, lo que cuenta y lo que sobra. Sabe que La Sombra sabe, y conoce la potencia de la mente analítica y de los puños demoledores de Doc Savage. Sabe que en Venus hay selvas asfixiantes, y conoce de memoria los canales de Marte, como conoce la maldad de Ming el Despiadado. Sabe también que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y que Roma no paga a traidores. Y que no hay nada mejor y más elegante que una luger bien engrasada o el vuelo silencioso de un zeppelin. 


A veces, cuando todo está patas arriba y no sabe cómo avanzar, por dónde empezar, se dice a sí misma cuánto más fácil no sería llamar a un puñado de amigos broncos y melancólicos y montar una buena ensalada de tiros, salir de allí con una pistola en cada mano y una sonrisa en los labios. Como en esas películas de Hawks que no son como la vida... pero ojalá lo fueran, joder...

lunes, 28 de octubre de 2013

secret origin

Cuando su madre la llevó a uno de esos sitios en los que enseñan a las niñas a maquillarse y a peinarse y a caminar como señoritas, uno de esos sitios donde las disfrazan de princesa y las transforman en muñecas de caramelo y algodón de azúcar, la pequeña Lupita, que no levantaba dos palmos del suelo y tenía los ojos negros como el fin del mundo, pidió ser la Princesa Ninja.



Ya luego vino todo rodado, claro...

lunes, 21 de octubre de 2013

los días...

Lupita sale cada mañana al balcón nada más levantarse, para disfrutar del aire limpio de primera hora y para mirar a una jovencita que suele balancear su frescura y sus caderas a esas horas, camino del metro. Después, una ducha rápida, abrir de par en par todas las ventanas y a la calle.

Hojea el periódico en una cafetería, mientras desayuna despacio: cruasanes tiernos, café con leche. Hace tiempo y pereza hasta que ve pasar a dos mujeres ya muy mayores, casi idénticas. Dos hermanas, solteronas de las de antes y quizá gemelas, que pasean a un perro de lanas peinado con la raya en medio y a las que, para sí, llama Flora y Fauna, como las siamesas de las películas de los Addams.


Luego ya la mañana se adentra en rutinas menos gratas: compra, cocina, colada... marchar al trabajo y hasta la vuelta, ya de noche. Una copa de vino frío en el balcón, un cigarrillo, dejar que el día muera... dejar pasar el tiempo...

lunes, 14 de octubre de 2013

octubre

Las primeras lluvias del otoño provocan siempre cierta sensación de euforia, después de un agosto sofocante y un septiembre demasiado largo, demasiado cálido. El olor del césped húmedo, el frescor en el aire...



A Lupita toda esa euforia se le pasa de golpe cuando pisa el primer charco cenagoso y el agua sucia le salpica hasta medio muslo... A partir de entonces, ya todo es esperar a que vuelva el puto sol.

lunes, 7 de octubre de 2013

music for girls

El sol no abrasa ya la calle. Cae la noche, azul y lenta.

Lupita y su café: negro y con mucha azúcar.

Cierra el libro. Duda, como siempre, si es así como se debe leer la poesía: de corrido y sin pararse a respirar, de la página uno a la página cien... como quien escucha un elepé del tirón.


Le hace una seña al camarero, pero no pide el cuarto café: para planear una venganza, es mejor un aguardiente frío y transparente.

lunes, 30 de septiembre de 2013

blue monday

Estas últimas semanas he soñado cada noche con Lupita, y me he despertado cada mañana con los pies fríos y las manos dormidas... La he buscado después por toda la casa, callado como un fantasma, hasta que me he dado cuenta de que no, de que ya no.



Tengo que cortarme el pelo. 




No, tengo que salir de aquí...

lunes, 23 de septiembre de 2013

señales

Lupita, que no cree en fantasmas, tiene la suerte de vivir con uno: el discreto espectro de una mujer que pasó los últimos años de su vida, los más felices, en esa casa, y se quiso quedar en ella después de muerta. 



Como no cree en los fantasmas, Lupita no puede verla en el balcón, sentada al sol entre los tiestos florecidos , ni la puede ver cuando vela su sueño, a menudo tan inquieto. Juntas juegan, sin querer, a no encontrarse, como en esas comedias de puertas que se abren y se cierran y de gente que se cruza sin verse.

El fantasma, que sí cree en los vivos, cuida de ella en la medida de lo posible porque es lo que mejor sabe hacer, lo que hizo siempre: cuidar de alguien. Y Lupita, eso sí, se siente mejor que nunca, tranquila y optimista, feliz.

lunes, 16 de septiembre de 2013

vivre sa vie

Tenía quince años cuando empezó a tocar la batería, y dieciséis recién cumplidos cuando dio el primer concierto con su grupo. A los veinte tiró a la basura su primera novela antes de que la leyera nadie, y la reescribió del tirón con otro punto de vista y cien páginas de adjetivos menos: la publicaron un año después, y todavía hoy se habla de ella. Con veinticinco decidió que era muy pronto para casarse; avisó al casero con el tiempo justo, llenó de casi nada una maleta azul pequeñísima y se marchó de la ciudad. 

Diez años después no se había arrepentido, pero le apeteció regresar: pasear por las mismas calles, ver qué bares seguían abiertos, buscar a esos pocos amigos a los que todavía extrañaba.


Hoy, sentada en casa ante su vieja batería, le gustaría viajar en el tiempo, volver atrás y decirse a sí misma,  a la Lupita de falda corta y deportivas rojas de entonces, a la niña que se embelesaba delante del escaparate de la tienda de instrumentos musicales, que ni por un momento dudara de sí misma: en adelante, harás lo que quieras hacer, todo lo que quieras hacer. Y a ver quién es el guapo que te para...

lunes, 9 de septiembre de 2013

oceánica

En la acera de enfrente han abierto una de esas lavanderías de película indie americana: superficies cromadas, paredes pintadas de colores vivos y un suelo ajedrezado en azul y blanco. Casi nunca hay nadie, y se cierra a eso de las diez, pero las luces quedan encendidas toda la noche. Una luz submarina.

A Lupita le gusta verla desde el balcón antes de irse a la cama. Fuma un cigarrillo y pierde la mirada en el color rojo de las paredes, en las lavadoras limpias, brillantes. Hay en esa imagen un algo oceánico que alimenta después sus sueños...


Desayunar en Atlantis. Terrazas de coral rojo y verde, buenas vistas. El café, discutible.

Contemplar el resplandor dorado del kraken allá abajo, en la oscuridad. Escuchar su respiración, un latido lento como de máquina de vapor....

Nadar con los peces voladores, romper la superficie de plata y seguirlos, zambullirse en el cielo azul.

Volar.




lunes, 2 de septiembre de 2013

Querida Lupita

Te escribo y no sé si llegarás a leerme, pero quiero que sepas que ayer mismo, viendo La princesa prometida, me acordé de ti. Cómo no me iba a acordar. ¿Cuántas veces hemos visto juntos esa película, Lupita? Jamás te cansabas de ella, y nunca te he visto tan feliz como delante de la pantalla siguiendo las peripecias de Íñigo Montoya, del gigante amable, de ese malo malísimo con peinado Betty Page que luego utilizaron como modelo para el malo pequeñajo de Shreck: la primera, la buena. Te reías con todo el cuerpo, amiga, como no te he visto reír en ninguna otra circunstancia. Ayer la volví a ver, solo, y me acordé de ti, claro.


Poco más te puedo contar que no sepas ya. El bar de Marta sigue abierto. Han hecho una ampliación de esa foto que se vio en los telediarios, no sé si sabes cuál: estáis todo el grupo cargando contra los drones, y detrás se distingue, entre las llamas y el humo y los escombros, la mole tremenda de Galaktor, tan grande que rebasa de sobra el encuadre, y eso que la imagen está tomada desde lejos. Marta ha recortado todo y te ha ampliado a ti y ahora ocupas toda la pared de nuestro reservado, una cosa muy soviética. A pesar del pixelado se te reconoce muy bien. Tienes el uniforme roto y manchado de sangre y miras a cámara. Casi parece que me estés mirando a mí...Estás guapísima.



Te echo de menos. Te echamos todos de menos.




Un beso grande.

lunes, 26 de agosto de 2013

mirarte...


Mira que me gusta mirarte, Lupita. Te miro, por ejemplo, mientras lías uno de esos cigarrillos como de juguete que te gusta fumar a veces...  Me encanta cómo se mueven tus dedos pequeños, cómo manejas el papel y el tabaco, esa seguridad de malabarista y el fugaz relámpago rojo de la lengua después. 



Y me gusta la risa que te entra cuando ves que te miro, cuando lo enciendes y das la primera calada y me preguntas "¿qué?", y yo digo "nada, que me gusta cómo fumas, ya ves la tontería..."

lunes, 19 de agosto de 2013

lost boys

Lupita lo explica con gracia, remeda un teatro de marionetas con las manos, gesticula: las alas primero, un barullo de dedos que avanzan sobre la mesa, dos piernitas que patalean y luego, pum.  "Una mariposa gigante aletea a la altura de Nueva Zelanda, una cosa lleva a la otra y al final un tornado arrasa Kansas, le levanta la falda a Dorothy y se la lleva en volandas hasta la tierra de Oz. Poco más o menos..." Los niños se ríen, como cada noche. Voces metálicas, ojos chispeantes, eléctricos. Sus deditos imitan los gestos de Lupita, rutinas mecánicas que refuerzan los circuitos empáticos. Se miran las manos, fascinados, la sonrisa congelada.



 Antes de ir a dormir, últimas comprobaciones: generador de improbabilidad estable, condensador de fluzo a media potencia, selector de taquiones equilibrado. Todo en orden a bordo: el viaje continúa. 

¿Rumbo a Nuncanada? Rumbo a quién sabe...

lunes, 12 de agosto de 2013

con lápices de colores

Ejercicios de caligrafía: no salirse del renglón, imitar la posición de los dedos dibujados en la cubierta del cuaderno, las aes redondas, las ges y las efes con filigrana... Lupita se acuerda del pan con aceite y un pellizco de azúcar, masticar a dos carrillos y relamerse después, y se acuerda del grito de Tarzán en la televisión, Ron Ely lanzándose al agua a la hora de merendar...

Odió su letra durante muchos años: letra de chica, regular, limpia, tan bonita... La saboteó a conciencia, se peleó con ella y la redujo a escombros mientras de las deportivas con calcetines pasaba a las medias rotas con doctor martens rojas. Después, el word perfect hizo que dejara de importarle a nadie...



Con el tiempo, Lupita ha recuperado el placer de escribir a mano, y le gusta redactar largas cartas, a veces en dos o tres colores. Cartas copiosas llenas de dibujos y fotografías pegadas. Cartas en las que se deja llevar, cartas que son mundos. 

Cada día miro el buzón. Cada día espero encontrar dentro otra carta de Lupita...

lunes, 5 de agosto de 2013

Sara

Después de tantos años, justo hoy, justo aquí. Pero claro, todo el mundo quería a D, qué mejor lugar, qué mejor momento, que su velatorio.

Nadie parece reconocerla, y ella no se esfuerza por remediarlo, con ese chaquetón gris y esa manera de moverse, de estar sin estar del todo: lenta, como pensando mucho antes de adelantar un pie, antes de sacar las manos de los bolsillos para encender un cigarrillo. Esa inseguridad emborronada que provocan muchos años de ingravidez. Nadie la reconoce con ese pelo tan corto, entrecano. Tampoco los ojos son los mismos: esa mirada cansada y triste de quien ha visto demasiadas cosas, esa manera de entrecerrarlos cuando me acerco y sonrío y me sonríe, y hasta su sonrisa parece gris.

Hablamos poco, apenas cuatro frases. Le pregunto por Lupita, pero hace un gesto vago que no sé cómo interpretar. Me besa en la mejilla al despedirse, sus labios sí son los mismos de entonces, tan suaves. 



La miro mientras se marcha. Tampoco ha cambiado de perfume: el mismo que usaba Lupita.



lunes, 29 de julio de 2013

consecuencias de un mal uso del viaje temporal

Por ejemplo, una habitación llena de Lupitas de diferentes momentos, de cinco minutos antes o después, Lupitas niñas y Lupitas ancianas, una Lupita adolescente de medias rotas y lápiz de labios negro, cien Lupitas en una habitación intentando coordinarse para reparar una avería en el condensador de fluzo que no hay manera.

Por ejemplo, Lupita povocando que sus abuelos no lleguen a conocerse nunca, de manera que su madre nunca nazca y eso a ver dónde deja a Lupita y dónde nos deja a todos nosotros, si nos paramos a pensarlo.

Por ejemplo, ese tropiezo que es un clásico que ya nadie se cree pero quién sabe, pasearse por el cretácico y pisar por accidente un bichejo cuya muerte genere, en cascada, una imparable sucesión de desvíos que desembocan, a la vuelta, en un planeta dominado por elegantes reptilianos, o por simios sesudos, o por babosas inteligentes, vaya a saber.



Toda eso, y más, lo sabe Lupita de sobra antes de entrar en la Máquina por vez primera. Lo sabe de sobra porque ha hecho los deberes y se tiene aprendidos de memoria a Wells y a Heinlein, a Lem, a Bradbury, a Bruce Jones. Lo sabe de sobra porque, además, se lo han remachado en la Academia y hasta está escrito bien claro, por si las dudas, en el interior de la Máquina, lo ve en cuanto que entra...

Lo que no se le ocurrió a nadie antes es que, si hablamos de viajes temporales, no hay ni puede haber una primera vez, porque una vez se pone en marcha el bucle no tiene ya vuelta atrás, por así decir, y así son las cosas.

lunes, 22 de julio de 2013

summertime

Para Lupita el verano empieza de verdad con el drama de guardar en la nevera una sandía tan grande que no hay luego manera de hacerle sitio a la cerveza, a los tomates, a la mozzarella. 



Pero es una fiesta eso, comer a dos carrillos grandes tajadas de sandía roja y fría, como cuando era muy niña...

lunes, 15 de julio de 2013

alas sobre el mundo

No hay que pensar en pilotos muertos. Lo dijo uno que fue poeta sin querer serlo, y Lupita no deja de repetirlo en voz baja a bordo de su aeroplano rojo mientras sobrevuela la tormenta, iluminada por los relámpagos. Lupita y su amor por volar, Lupita que no quiere ser Amelia, no quiere desaparecer sin dejar más rastro que el de la leyenda. 



Lupita que no deja de repetirse, no hay que pensar en pilotos muertos. Lupita y el ruido del motor, Lupita piloto vivo, con muchas ganas de seguir viva, rabiosa por seguir viva. Lupita piloto audaz, piloto futurista, perfil de amazona, labios rojos, pañuelo rojo al cuello. Lupita que le va a echar un pulso a la tormenta sin pensar en pilotos muertos. 

lunes, 8 de julio de 2013

nowhere fast

De Lupita conservo una fotografía un poco Patrick Nagel y un mucho Sarah Connor, de cuando las fotos eran de papel y se guardaban, bien ordenaditas, en álbumes de cartón y celofán. Esos años, sí.


Con el tiempo, la he visto cambiar sin dejar de ser ella misma: pelo corto y pelo largo, rubia, morena, de luto riguroso o con medias de colores; lounge, pop, cuero negro, traje de ejecutiva, vaqueros rotos y camisetas de Sonic Youth... Pero la Lupita que recuerdo siempre, la que más me gusta, es esta Lupita un poquito macarra que bebía con nosotros tanques de cerveza y se sabía de memoria las canciones de Calles de fuego... A esa Lupita es a la que más echo de menos...

lunes, 1 de julio de 2013

centinela

Casi todas las noches, a eso de las cuatro, a veces a las cinco, Lupita se desvela. Y se pelea con la sábana, intenta volver a sumergirse en el sueño, si es que soñaba cuando abrió los ojos. O se pasea por el salón a la luz amarilla de las farolas que entra por los ventanales: paisaje de penumbras.

Una noche, acodada en el balcón, descubre que hay ventanas iluminadas en otras fachadas, enfrente, y más allá de la plaza. Y cree ver movimiento en otros balcones, la brasa de otros cigarrillos solitarios. Saber que hay a esas deshoras otra gente despierta como ella la tranquiliza, y se atreve a imaginar una red de vigías insomnes, atentos los ojos al cielo. Centinelas alerta para prevenir la invasión. 



Se vuelve a la cama con una media sonrisa y sueña con trípodes marcianos, como cuando era más joven... mucho más joven.

lunes, 24 de junio de 2013

Lupita sueña

Sueño número 1: Una bandada de ciclistas hipsters baja por la acera, radiantes todos de felicidad, bronceados, atropellando peatones incautos a su paso. Lupita vengadora alarga sus manos para invocar el huracán definitivo que se los lleva, bicivoladores, somewhere over the rainbow, donde serán alimento de alacranes y babosas.

Sueño número 2: Lupita persigue por toda su casa a una polilla grande como un perro y del color del chocolate con leche. No le gustan tanto como los bichos-bola, que le producen una ternura de parvulario, pero le caen bien las polillas, tan raras, tan blandas y tan bien peinadas. Por fin, después de mucho aspaviento, la conduce hasta la ventana abierta y la ve luego alejarse, volar, hacerse pequeñita. 




Se despierta temprano, contenta, y solamente recuerda la sensación de estar asomada a la ventana y un olor a rosas que se le cruza de un sueño número tres que no llegó a cuajar pero que ahí está, al acecho, por si una siesta.

lunes, 17 de junio de 2013

that summer feeling

Llega el verano y siempre que veo a Lupita doy gracias en silencio a quien sea que haya ideado la moda del pantalón corto. Bendito sea.

Lupita que camina, Lupita que cruza las piernas larguísimas sentada en una terraza, Lupita que me sonríe, gafas de sol y carmín de color fresa. Lupita descalza, Lupita pecosa, Lupita despeinada.


Lupita que cada mañana inventa una manera distinta de esconder la pistola...

lunes, 10 de junio de 2013

zona caliente

Sé cuánto te gusta pasear y te imagino deambulando por la ciudad tomada, un poco aturdida quizá. Procurarás que no se te escape detalle, fotografiarás las piscinas vacías, los perfiles rotos del hormigón degradado. Las palmeras recortadas contra el cielo. Los automóviles abandonados en cualquier parte, abiertos, como si sus dueños acabaran de bajarse: nada tan desolador como esa imagen, ¿verdad?


Puede ser que te cruces con alguno de los Visitantes. Puede ser, por qué no, que incluso llegues a fotografiarlo. Cada vez se dejan ver más a menudo, cada vez son menos esquivos. Los vas a reconocer enseguida: piel aceitosa, manos palmeadas y unos ojos opacos, cansados. Han visto cosas tremendas esos ojos, Lupita... Cosas remotas y terribles. No les sostengas la mirada, si estás tan cerca como para hacerlo... No les sostengas la mirada si no te quieres extraviar en esa negrura...

lunes, 3 de junio de 2013

summer nights

Vino rojo y chocolate negro. Es la combinación perfecta, Lupita lo sabe bien. El sabor áspero del vino, el amargor untuoso del chocolate y el aire fresco de la noche, cuando por fin se disipa el calor y se puede respirar en el balcón. 


Irse a la cama después con ese dulce mareo, soñar sueños inconfesables... No hay nada mejor.

lunes, 27 de mayo de 2013

punk

Después de cada poema levanto la vista del libro y dejo que se pierda entre los rostros que me rodean. Un respiro. Como quien limpia el paladar entre un vino y otro. Y se me ocurre que esto de leer poesía en el autobús debe ser cosa de la edad. Igual que lo del vino...

Si Lupita me viera, pienso, se tiraría al suelo y se mearía de la risa




Con toda la razón, joder...

lunes, 20 de mayo de 2013

liftoff!

Cuando era muy niña, Lupita se subió a una escalera y pintó en el techo de su cuarto una luna,  redonda como una pizza. Se rompió una pierna en la caída, pero cada noche de ese verano se durmió mirando a su luna de queso.



Hoy, veinticinco años después, no puede evitar que el sonido de la cuenta atrás en el intercomunicador la lleve de vuelta hasta aquel verano, mientras el rumor sordo de los motores va creciendo y el momento del despegue se acerca, por fin.

lunes, 13 de mayo de 2013

Humbert...

Lupita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lu-pi-ta: la punta de la lengua viaja desde el borde del paladar para, después de la húmeda explosión de los labios, llegar hasta el borde de los dientes. Lu. Pi. Ta.



Era Lu por la mañana, de pie con su metro y medio y en calcetines. Era Lupe con los leggins puestos, Lulu en clase y Guadalupe cuando firmaba. Pero entre mis brazos no, entre mis brazos fue siempre Lupita...

lunes, 6 de mayo de 2013

menos mal que Holly...

Los domingos son para Lupita una enfermedad que cursa con dolor y en silencio.

Dicen, pero seguramente es mentira, que los esquimales distinguen docenas de matices en el blanco, y que tienen una palabra para cada uno de ellos. También ella encuentra cien matices en el tedio, en especial los domingos, pero nombrarlos le duele más de lo que quiere soportar.

Deja que las horas transcurran, hojea libros ya leídos, pasea por la casa, busca viejas fotografías: se descubre más joven, de negro riguroso y con muñequeras anchas para ocultar las cicatrices. Hace tanto tiempo...



Cae la noche. Una copa de vino blanco muy frío y, en el DVD, Desayuno con diamantes. Como cada domingo. Y menos mal que, cada domingo, Holly...

lunes, 29 de abril de 2013

la espuma eléctrica

A Lupita le gusta pasear descalza por su cabeza, refrescarse los pies y las ideas.


Lupita guarda en un baúl su colección de piedras lunares y un par de deportivas rojas, por si un día tiene que volver a Oz.

Guarda también su paraguas de equilibrista, y un robot enamorado que le regala cada mañana un poema binario, por fax.

lunes, 22 de abril de 2013

después

Mira el cielo. Amanece. Hace tanto tiempo que no duerme una noche entera del tirón, que esta mañana le duele todo el cuerpo. Le apetece fumar un cigarrillo tanto como le apetece respirar, pero hace ya mucho que dejó el tabaco y los dedos, de manera inconsciente, buscan algo que hacer.

Se acaricia los pálidos verdugones que le marcan el costado: le duelen siempre que amenaza lluvia. Sonríe y piensa en viejos militares cascarrabias quejándose de sus cicatrices. Cada uno sus batallas, se dice en voz baja.



Piensa también que está bien ya, que lo que tenía que terminar terminó por fin y a partir de ahora le toca vivir a ella. Tiene todo el día por delante... el primero de muchos.

lunes, 15 de abril de 2013

paciente cero



Te conozco desde antes de conocerte. Desde mucho antes de soñarte.

Te recuerdo desde siempre. Mi carne en llamas te recuerda también.

Mira mi sangre. Mira mi fiebre.




lunes, 8 de abril de 2013

60 segundos

En un minuto caben doce, quince parpadeos, quizá, y cabe también una vida entera, Lupita;  la primera vez que leíste a Asimov y tu primer beso en los labios en ese parque, bajo ese cielo; las aventuras de Los Siete Secretos, el sabor de los primeros cigarrillos mentolados. Sesenta segundos para recordar esa copa de vino y el dolor que vino después, el ruido de la lluvia en la ventana del dormitorio, el olor de su piel húmeda. Y el miedo: el cielo rojo, las imágenes en televisión de los primeros trípodes arrasando la ciudad.


Doce, quince parpadeos, un minuto. Sesenta segundos es lo que tarda una máquina marciana en desangrar un cuerpo humano; patalear como un conejo mientras  el aguijón penetra desde la nuca espalda abajo y la vida se va, gota a gota... una vida entera en un minuto...

lunes, 1 de abril de 2013

wonderwall

Lupita no ha olvidado su primer paseo espacial, la primera vez que se aventuró fuera del vehículo: la extraña sensación de caída cierta y en suspenso, de estar cabeza abajo y amagar una pirueta que le devuelva al mundo su norte y su sur. Y esa abrumadora soledad, la negrura perfecta alrededor, el miedo atávico a desaparecer.



Lo recuerda ahora, atrapada en su burbuja de tiempo demorado, en órbita alrededor de la estrella de neutrones, y recuerda también el escalofrío de ver la Tierra ahí, brillante, llenando de repente su campo de visión, el chisporroteo en el intercomunicador, los primeros compases de la canción que ella misma eligió mientras se preparaba para salir.

Lo recuerda todo ahora y tararea, mientras contempla el eterno infierno azul. 

lunes, 25 de marzo de 2013

dominical

Desayunar en una terraza, hojear los periódicos bajo el sol tibio. Pasear después sin rumbo, dejarse llevar. Gafas oscuras, una camiseta descuidada, las deportivas rojas gastadas.


Los domingos son eso, y también tardes largas en el sillón viendo películas de Miyazaki. Cerveza fría y un bocadillo de cualquier cosa rica. Guardar el último cigarrillo para fumarlo en el balcón cuando caiga la noche.

lunes, 18 de marzo de 2013

instrucciones para viajar en el tiempo y no desaparecer...


Lupita, que conoce bien los peligros de la crononáutica, vuelve siempre que puede al mismo rincón, su particular punto inmóvil en el caos de las corrientes temporales. Sabe que es muy fácil para el temponauta perder la perspectiva y diluirse en una tormenta de realidades divergentes y posibilidades infinitas. Cuando decir "antes" o decir "después" carece de sentido, cuando cualquier nimio accidente genera un número imposible de futuros, se hace imprescindible un anclaje sólido, algo que proporcione sensación de permanencia.

En el jardín, bajo el magnolio viejísimo, Lupita se sienta en el banco de piedra gastada y lee Diarios de las estrellas. Siempre el mismo banco, la misma sombra, el mismo libro. Respira el aire cargado de olores vegetales, densos. Fuma un cigarrillo, bebe agua fresca de la fuente que hay justo ahí, a cincuenta metros. Disfruta del tacto áspero de la piedra, de la brisa que se va caldeando conforme la mañana avanza. El mismo banco siempre, los mismos olores, el mismo libro abierto sobre los muslos. 



Se despereza, no piensa en nada. Bosteza con los ojos entreabiertos. Respira hondo.

Como un gato al sol.

lunes, 11 de marzo de 2013

big bang

Un momento antes no había nada. Ni siquiera se puede hablar de "antes", en realidad, porque tampoco el tiempo existía. Ni espacio ni tiempo: un punto de densidad infinita que contenía la potencialidad de todo lo que después vino, de lo que desde entonces ocurre y de lo que desde entonces podría haber ocurrido. De repente, de golpe, bum; una burbuja que crece y ya no hay, no puede haber, nada más.



Justo como cuando vi a Lupita por primera vez. La boca roja y húmeda, los ojos brillantes. La promesa de esas piernas cruzadas, el roce sinuoso de las medias, el vértigo de la piel blanca un poco más arriba... Antes de eso no había nada, ni podía haberlo. A partir de entonces, el tiempo empieza a desplegarse, múltiples futuros posibles. Y ninguno de ellos sin la alegría de Lupita.

lunes, 4 de marzo de 2013

rojo

Guardo tus alas en un cajón, envueltas en papel de estraza. Guardo también tu lápiz de labios de color sangre, y esos tebeos de Love & Rockets que tanto te gustan. Lo guardo todo para cuando te dejen volver, Lupita. Porque sé que vas a volver. No puede ser que no vuelvas.



Te espero sin dormir, me arranco  la piel muerta con mucho cuidado y sueño despierto. Sueño que nos encontramos en los tejados, clandestinos, protegidos por la luna nueva. Te sueño despierto en la roja penumbra. Sueño la sal de tu boca y el latido húmedo de tus heridas. Sueño y te espero.

lunes, 25 de febrero de 2013

pájaros...


Sentada en el parque, toma el sol tibio de febrero y come con apetito: dos tajadas generosas de pastrami, láminas crujientes de pepinillo, mostaza, pan tierno... su bocadillo preferido. Mastica despacio, disfruta de cada bocado. Mira a los pájaros que la rodean en busca de las migajas que caen al suelo; palomas mutiladas y urracas relucientes, gorriones despeinados, algunos loros de un verde sucio, grandes como gallinas...

Lupita los mira con inquietud creciente: cada vez son más y se siente un poco Tippi Hedren, pero enseguida lo piensa mejor y se acuerda de Parque Jurásico. Todos esos pájaros le recuerdan a los raptores: la manera de adelantar los hombros al avanzar hacia ella, cómo ladean la cabeza al mirarla, esa forma feroz de pelearse por cada migaja. 


Con cuidado, en silencio, engulle el último bocado y deja sobre el banco un trozo de pan como señuelo. Cruza los dedos y camina deprisa, más deprisa, sin mirar atrás...

lunes, 18 de febrero de 2013

cielo

Esta mañana he visto a Lupita asomada a su ventana. Miraba al frente y parecía distraída. Desde su cuarto piso se ve una panorámica del cielo de Madrid que es para no creérselo, y hoy no ha habido ni una nube. A su lado me ha parecido ver las orejas puntiagudas de su gato Gato, que no se separa de ella, como un Robin mimoso no se separaría nunca de Batman. La última vez que estuve con ella no me quitó ojo, protector. Movía el rabo con lentitud de metrónomo mientras ella me contaba y me hacía reír, porque no me he reído más en toda mi vida que con Lupita, sus ocurrencias, la manera de decir las cosas, esa forma que tiene de hacer que me sienta como en casa.


No sé nada de ella desde lo de los encierros y el ERE, y esta mañana he caído en la cuenta de cuánto la echo de menos. De hoy no pasa que la llame...

lunes, 11 de febrero de 2013

sin equipaje

Escuchar la lluvia en la calle, un torrente blando que arrastra la nieve sucia de estos días. Hacer barcos de papel. 



Estar preparada para zarpar en cualquier momento. Dejar atrás el diluvio. 

lunes, 4 de febrero de 2013

hipnótica

Para Lupita, el insomnio es esa araña que cruza el suelo ajedrezado del salón, azul, blanco, azul, camino de la cocina...



Silenciosa sobre sus ocho patitas afiladas.

lunes, 28 de enero de 2013

tenebrae


Cuando anunció su embarazo no se lo quiso creer nadie. Demasiados chistes sobre Herodes y sobre parásitos del espacio exterior. Además, que a nadie se le hubiera ocurrido jamás decir de Lupita que era... eso, maternal. 



Por fin, y para pasmo de todos, dio a luz a una niña de piel blanca como la nieve y de pelito, en fin, negro como la noche. Alguien le preguntó: ¿y ahora qué? Y ella contestó: ¿a tí que te parece?, la vestiré de negro y la llamaré Miércoles.

Del padre, si lo hubo, nadie preguntó, ni Lupita dijo nunca nada. Aunque, bueno, cuando los teléfonos empezaron a sangrar y las tormentas fueron de azufre, a alguien se le ocurrió que quizá... pero era ya un poco tarde. Para todo.

lunes, 21 de enero de 2013

E N I G M A

En el Metro, Lupita se fija en un hombre que, a su lado, lee un libro de García Márquez. Se da cuenta de que vocaliza  en silencio mientras lee y le hace gracia, le recuerda a su abuela, que devoraba con fervor las novelitas de Corín Tellado cuando todavía podía leer, y hacía esa misma mímica turbadora que a ella, muy niña, le hacía pensar en brujas amables que musitaran sus conjuros en voz bajita para no molestar a nadie.

No puede apartar la mirada de esa boca que se mueve en silencio, y se le ocurre de pronto que quizá no sea la historia de los Buendía la que está articulando: quizá se trate de un código mudo que sólo alguien ducho en lectura de labios puede descifrar. Y mira a su alrededor, inquieta. Se pregunta quién será el oscuro intérprete que descifre la clave, cuál será el mensaje. Casi siente cómo se tensa a su alrededor el entramado, la tela de araña de la conspiración.



En la siguiente estación, él cierra el libro de golpe y se baja con prisa, se pierde entre la gente. Como si se sintiera descubierto, piensa Lupita...

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