lunes, 29 de junio de 2015

Los Cinco juntos otra vez

Lo cuentas hoy y es para que nadie se lo crea, pero ocurrió así. La sentaron en el regazo de un señor de bata blanca que la rodeó con sus brazos para que no se moviera, y luego la cubrieron con algo parecido a una sábana, o quizá un hule. Después le encajaron en la boca una aparato para evitar que la cerrara, y el otro médico procedió a arrancarle las amígdalas de cuajo con algo parecido a unas pinzas para el hielo. A Lupita no se le olvidó nunca el sonido del rasgarse la carne, ni el dolor blanco y rojo que le encendió la garganta. El chorro de sangre fue de película gore, y pataleó como una loca hasta agotarse.



Después, la decepción: había visto siempre en la tele que, en ese trance, las niñas pasaban unos días idílicos de cama y helados. Ella los helados ni los probó, que era invierno y a su madre la televisión le daba lo mismo, y lo de la cama se le hizo una pesadez en cuanto que pasó lo peor del dolor y el escupir moco y coágulos. Menos mal que su prima llegó al rescate con un guiño, su mejor sonrisa (qué guapa era) y un paquete de libros de Los Cinco que Lupita se leyó, uno detrás de otro y vuelta a empezar después.


lunes, 22 de junio de 2015

hevanly creatures

Lupita se acuerda a veces de aquellas reuniones de parroquia con jovencitas de aire bovino que declaraban su tristeza por toda esa gente que no conoce la felicidad de tener en sus vidas a Jesús (y ahí, al decirlo, la miraban todas a la vez como los niños de "El pueblo de los malditos"). Y se acuerda también de esa chica de apellido italiano con dobles consonantes, su aliada en el rebaño. Tenía labios gruesos y las faldas más cortas que ella había visto nunca, y arrastraba una voz lenta y rugosa a juego con su mirada perezosa y de ojos caídos. Compartían guiños y sobrentendidos, y paseaban a veces de la mano.



Han pasado los años y, por mucho que lo intenta, no consigue recordar cómo fue que las dos acabaron yendo a esas reuniones absurdas, ni consigue recordar por qué aquella chica desapareció de su vida así, sin más. Han pasado los años y a Lupita le gusta imaginar que también la otra se acuerda de ella alguna vez, que se pregunta también qué habrá sido de ella. 




(Una cosa no ha cambiado desde entonces, eso sí: Jesús ni se acerca.)

lunes, 15 de junio de 2015

lo que queda del día

Tú no te has dado ni cuenta, pero esta mañana te he visto: estabas en la puerta de la tienda, fumando, charlando con otra de las chicas. Te has teñido el pelo de un rojo metálico muy vivo, como de cobre caliente. Me has recordado un poco a Jean Grey, fíjate... 

La verdad es que daba gloria verte.




En fin, que me has puesto de buen humor para lo que queda de día, Lupita.

lunes, 8 de junio de 2015

tambores (de guerra)


 Lupita tiene a veces que encerrarse con la batería, y pasa horas tocándola
con la precisión de un metrónomo y la furia de un huracán

el bombo suena como el corazón de un gigante
y ella toca sin descanso hasta que el sudor le resbala por la espalda
y le duelen los brazos, los hombros

toca hasta agotarse y quemar la mierda acumulada

toca para poder después volver al mundo nueva y limpia
 para enfrentar otro día








para no dejarse doblegar

lunes, 1 de junio de 2015

moléculas inestables

Nadie se acuerda ya, pero Los 4 Fantásticos fueron al principio cinco: los primeros meses, cuando todavía no controlaban bien sus poderes y dudaban entre dedicarse a ser eso, Los 4 Fantásticos, y perderse en la Zona Negativa en busca de aventuras y de patentes jugosas, lejos de responsabilidades y compromisos. 

Lupita sigue a día de hoy con su vida y casi nunca piensa en ellos, pero les escucha hablar en el intercom que el doctor Richards insistió en que conservara, y de cuando en cuando le puede la nostalgia, y mira por la ventana, busca la señal de alerta, ese 4 llameante en el firmamento... 



Y a veces, cuando se incendia el horizonte o se escucha el fragor de la batalla en las noches interminables, cuando suena el rugido del fantasticar sobre la ciudad, cuando la silueta pavorosa de Galactus oculta el sol... entonces, siente como un hervor en la sangre, y está a punto de dejarlo todo y subir a la azotea, convocar a los vientos cósmicos, echar a volar...

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