lunes, 29 de julio de 2013

consecuencias de un mal uso del viaje temporal

Por ejemplo, una habitación llena de Lupitas de diferentes momentos, de cinco minutos antes o después, Lupitas niñas y Lupitas ancianas, una Lupita adolescente de medias rotas y lápiz de labios negro, cien Lupitas en una habitación intentando coordinarse para reparar una avería en el condensador de fluzo que no hay manera.

Por ejemplo, Lupita povocando que sus abuelos no lleguen a conocerse nunca, de manera que su madre nunca nazca y eso a ver dónde deja a Lupita y dónde nos deja a todos nosotros, si nos paramos a pensarlo.

Por ejemplo, ese tropiezo que es un clásico que ya nadie se cree pero quién sabe, pasearse por el cretácico y pisar por accidente un bichejo cuya muerte genere, en cascada, una imparable sucesión de desvíos que desembocan, a la vuelta, en un planeta dominado por elegantes reptilianos, o por simios sesudos, o por babosas inteligentes, vaya a saber.



Toda eso, y más, lo sabe Lupita de sobra antes de entrar en la Máquina por vez primera. Lo sabe de sobra porque ha hecho los deberes y se tiene aprendidos de memoria a Wells y a Heinlein, a Lem, a Bradbury, a Bruce Jones. Lo sabe de sobra porque, además, se lo han remachado en la Academia y hasta está escrito bien claro, por si las dudas, en el interior de la Máquina, lo ve en cuanto que entra...

Lo que no se le ocurrió a nadie antes es que, si hablamos de viajes temporales, no hay ni puede haber una primera vez, porque una vez se pone en marcha el bucle no tiene ya vuelta atrás, por así decir, y así son las cosas.

lunes, 22 de julio de 2013

summertime

Para Lupita el verano empieza de verdad con el drama de guardar en la nevera una sandía tan grande que no hay luego manera de hacerle sitio a la cerveza, a los tomates, a la mozzarella. 



Pero es una fiesta eso, comer a dos carrillos grandes tajadas de sandía roja y fría, como cuando era muy niña...

lunes, 15 de julio de 2013

alas sobre el mundo

No hay que pensar en pilotos muertos. Lo dijo uno que fue poeta sin querer serlo, y Lupita no deja de repetirlo en voz baja a bordo de su aeroplano rojo mientras sobrevuela la tormenta, iluminada por los relámpagos. Lupita y su amor por volar, Lupita que no quiere ser Amelia, no quiere desaparecer sin dejar más rastro que el de la leyenda. 



Lupita que no deja de repetirse, no hay que pensar en pilotos muertos. Lupita y el ruido del motor, Lupita piloto vivo, con muchas ganas de seguir viva, rabiosa por seguir viva. Lupita piloto audaz, piloto futurista, perfil de amazona, labios rojos, pañuelo rojo al cuello. Lupita que le va a echar un pulso a la tormenta sin pensar en pilotos muertos. 

lunes, 8 de julio de 2013

nowhere fast

De Lupita conservo una fotografía un poco Patrick Nagel y un mucho Sarah Connor, de cuando las fotos eran de papel y se guardaban, bien ordenaditas, en álbumes de cartón y celofán. Esos años, sí.


Con el tiempo, la he visto cambiar sin dejar de ser ella misma: pelo corto y pelo largo, rubia, morena, de luto riguroso o con medias de colores; lounge, pop, cuero negro, traje de ejecutiva, vaqueros rotos y camisetas de Sonic Youth... Pero la Lupita que recuerdo siempre, la que más me gusta, es esta Lupita un poquito macarra que bebía con nosotros tanques de cerveza y se sabía de memoria las canciones de Calles de fuego... A esa Lupita es a la que más echo de menos...

lunes, 1 de julio de 2013

centinela

Casi todas las noches, a eso de las cuatro, a veces a las cinco, Lupita se desvela. Y se pelea con la sábana, intenta volver a sumergirse en el sueño, si es que soñaba cuando abrió los ojos. O se pasea por el salón a la luz amarilla de las farolas que entra por los ventanales: paisaje de penumbras.

Una noche, acodada en el balcón, descubre que hay ventanas iluminadas en otras fachadas, enfrente, y más allá de la plaza. Y cree ver movimiento en otros balcones, la brasa de otros cigarrillos solitarios. Saber que hay a esas deshoras otra gente despierta como ella la tranquiliza, y se atreve a imaginar una red de vigías insomnes, atentos los ojos al cielo. Centinelas alerta para prevenir la invasión. 



Se vuelve a la cama con una media sonrisa y sueña con trípodes marcianos, como cuando era más joven... mucho más joven.

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