lunes, 29 de septiembre de 2014

London calling

Recuerdos de Londres. La primera vez fue, para Lupita, como un sueño en dibujos animados: colores vivos, formas borrosas, el aroma sabroso del curry en las calles húmedas, las ardillas alrededor de la estatua de Peter Pan, niños descalzos sobre el césped, la lluvia dulce, Candem cuajado de banderas y carteles soviéticos, las momias en el Museo, la sensación de incredulidad delante de la piedra de Rosetta... y esa multitud multicolor y de gesto indiferente, crestas y turbantes, punkis trajeados en la city, gentlemen con paraguas.

Y los taxis. 

Y los autobuses de dos pisos.

Después, en visitas posteriores, todo se fue concretando, y al final un montón de tebeos, vinilos de los Clash, de Kate Bush, de los Jam, paseos interminables, charlas de pub. Una legión de amigos en tres idiomas.



Lupita lo supo desde el principio, y con el tiempo no hace más que reafirmarse en su primera impresión de euforia: si alguna vez se quisiera sentir de alguna parte en concreto, de una ciudad específica, sería de Londres y no de otra. Su Londres particular.


lunes, 22 de septiembre de 2014

agente doble

Como en un juego de espejos, sombra de tu sombra, te sigo cuando me sigues... o a la viceversa, ya es difícil distinguir.

Operativo Lupita, sigilosa y letal: una cuchilla andante.



Charlamos, reímos, apuramos los vasos. Y en silencio, de reojo, nos preguntamos si el otro sabe, si sospecha, si juega al mismo juego.

Caminamos atentos a quien pueda estar a nuestra espalda, vigilamos los portales oscuros, los coches aparcados. No nos acostamos sin mirar antes debajo de la cama. 

(Cada uno su cama, su portal oscuro, su coche aparcado, su espalda. Por separado, reflejo uno del otro.)

lunes, 15 de septiembre de 2014

azul

En su burbuja de tiempo detenido, Lupita contempla el infierno azul de la estrella de neutrones y recuerda el azul acuoso de Neptuno, el azul eléctrico de la interfaz de la IA de a bordo justo antes del colapso, el azul turbio de las olas en la playa en la que, muchos años atrás, en otro mundo (en otra línea temporal, quizá), solía pasar los veranos de su infancia, esa playa de arena roja en la que por vez primera leyó a Bradbury y se enamoró de Marte y sus arenas rojas, esos veranos de noches transparentes en los que soñó, también por primera vez, con viajar a las estrellas... 



La eternidad es un parpadeo azul, y los recuerdos se congelan ahí, en ese tenso equilibrio de espacio y tiempo.

lunes, 8 de septiembre de 2014

geometría

Saber que, en alguna parte, Lupita pasea. Saberla sentada en una terraza tomando un café con hielo, fumando despacio, las piernas cruzadas, la mirada perdida.


Formular posibles rutas de colisión. Trazar una curva que propicie un punto de intersección. Definir una órbita en espiral descendente que acabe colapsando en su dormitorio una madrugada fría y con sabor a ron tibio, a sudor.

Tatuar en su espalda arqueada la fórmula y los diagramas, como un mapa del tesoro.

lunes, 1 de septiembre de 2014

el verano del cohete


Lupita se acuerda de aquel verano... Cada tarde, el cielo se incendiaba y un trueno se alargaba hasta el anochecer. Cada tarde, un lanzamiento: la Primera Oleada de colonos rumbo a Marte, viaje de ida sin billete de vuelta.

Solía pedalear sola hasta el límite acotado de la zona prohibida y desde allí, con sus prismáticos, contemplaba la siluetas estilizadas de los cohetes, el bullir de vehículos alrededor, la actividad frenética.

Cada noche, desde la ventana de su dormitorio, miraba las estrellas y soñaba despierta.



Hoy, tantos años después, aguarda noticias del Programa Espacial. La Segunda Oleada no necesitará ya esos cohetes titánicos que cristalizaban el hormigón en su lento elevarse. Para Lupita, sin embargo, la idea del viaje espacial está asociada a ellos, a ese tronar bronco que hacía temblar la tierra, a la estela hirviente que rompía en dos el cielo a su paso.

Espera noticias: día y hora. Viaje de ida. Destino: Marte.  

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