lunes, 29 de octubre de 2012

profundos


Desde muy niña, Lupita ha odiado y ha temido por igual al mar. Esa inmensidad oscura que parece no acabar nunca, ese abismo lóbrego que se abre bajo tus pies cuando flotas entre las olas, el olor... Un olor que aprendió a detestar durante los meses de verano que pasó, a lo largo de su infancia, en cierta aldea norteña de pescadores: olor de peces muertos pudriéndose en la playa, olor de algas que se corrompen entre las rocas...



Aún hoy, tantos años después, sueña a veces con la charca de agua legamosa en la que jugaban los críos de la aldea... niños de pies palmeados y piel aceitosa...

lunes, 22 de octubre de 2012

jengibre

A Lupita, que se leyó la colección entera de Los Cinco ya ni sabe cuántas veces cuando todavía no necesitaba sostén, quien le caía bien de todos ellos era Jorge, claro, que en realidad se llamaba Georgina pero era un chicazo de tomo y lomo con pecas y el pelo corto. Los demás le parecían o bobos o pijos, o las dos cosas. Bueno, todos menos Timoteo, que era el perro. 



A Lupita le hubiera gustado entonces conocer a alguien como Jorge... pero tardó unos años y un par de tallas de sujetador en encontrarse con alguien que no se llamaba Georgina ni llevaba el pelo corto, pero que sí tenía pecas. Tantas y tan bonitas que, nada más verla por primera vez, supo que quería contarlas todas, una por una; empezar por las mejillas y no parar hasta haber rastreado el último palmo de piel... 

lunes, 15 de octubre de 2012

love me do?

Lupita, viajera en el tiempo, conoció en los primeros 60 a un jovencísimo Pete Best cuando estaba a punto de abandonar la banda con la que tocaba en los antros de Hamburgo. Con esos labios siempre rojos, vestida de negro riguroso y con un corte de pelo casi militar, se convirtió en una presencia arrebatadora en sus conciertos, siempre en primera fila, siempre eléctrica. Un día, durante un ensayo, les enseñó los primeros acordes y los primeros versos de I wanna be your dog, una travesura que no fue a más porque Paul arrugó la nariz con ese gesto suyo de qué es esta mierda...



Lupita se marchó antes de que lo hiciera Pete. Le hubiera gustado sustituirle a la batería, no podía dejar de imaginar cómo hubieran sido esos discos que se sabe de memoria con ella en los créditos y en las portadas... pero lo pensó mejor. Además, Ringo fue siempre su favorito...

lunes, 8 de octubre de 2012

Margarita

Cada mañana saca a pasear al perro a la misma hora, y cada mañana se cruza con una jovencita que espera el autobús, una muchacha que le recordó desde el primer día a alguien, no estaba segura entonces de a quién. Despacio, mañana tras mañana, la convicción ha ido creciendo: la curva de la nuca cuando lleva el pelo recogido, la manera en que inclina la cabeza, el perfil de esos labios... Lupita recuerda esos labios, esos primeros besos de hace tantos años, besos con sabor a culpa y a duda que le queman todavía en la boca. 

Cada mañana, antes de salir a la calle, decide que ese será el día en que le pregunte a la chica de la parada del autobús si por un azar su madre se llama Margarita, si puede ser que su madre sea esa Margarita... Cada mañana pasa de largo, el estómago encogido, y la mira de reojo al pasar, sin detenerse. 



Y cada mañana, la muchacha le devuelve la mirada, furtiva; intrigada.

lunes, 1 de octubre de 2012

artificial



La duda no es si los androides, sus cerebros sintéticos, sueñan o no con ovejas eléctricas. La duda es, y Lupita lo sabe bien, si un robot puede llorar...


Seguidores