lunes, 27 de octubre de 2014

like the deserts miss the rain

Lupita baila. 

Silenciosa, se desliza por la casa con un balanceo suave, los cascos puestos, descalza, los ojos entreabiertos. 

Sonámbula, sueña despierta.



Cae la noche y nadie mira desde fuera. Lupita baila, sonríe.

Se deja ir...

lunes, 20 de octubre de 2014

Becky

Cuando la niña Lupita entró por vez primera en la biblioteca pública del barrio se sintió minúscula: las paredes altísimas y cubiertas de libros, la luz tamizada, el silencio poblado de susurros. Allí, aquel lejano verano sin playa, mientras sus padres iban y venían del hospital, agotados, ella descubrió a Nemo y a Robur y a D'Artagnan, viajó a la isla del doctor Moreau y a la de Robinson Crusoe, llegó hasta la luna y navegó por el Mississipi. Los pies le colgaban de unas sillas pensadas para mayores, pero a ella no le importaba.


Hoy todavía recuerda esos meses de maravilla diaria, y se acuerda de esa jovencita de flequillo rebelde que la primera tarde la rescató del rincón y la llevó a una mesa de lectura y le puso delante "Las aventuras de Tom Sawyer".

Hoy, después de tantos años, añora aún Lupita de cuando en cuando el refugio de esa cueva donde Tom y Huck se ocultaron y fingieron su propia muerte, y sueña a veces que se esconde allí de sus propios indios Joe...

lunes, 13 de octubre de 2014

loveless

Joven Lupita de labios rojos sentada en la hierba. Despacito, se arranca la costra de esa herida que tiene en la rodilla huesuda. Intoxicada de flores y los cien colores del verano, se deja caer y abre la boca a las primeras gotas de lluvia, los ojos muy abiertos, el corazón a toda máquina. 



Corre bajo la tormenta y grita con el trueno, baila, salta y jadea, empapada de azul y de gris... 

lunes, 6 de octubre de 2014

detrás de la máscara

Lupita ha tenido muchos trabajos, y le gusta hoy pasear y fijarse en esos detalles en los que casi nadie se fija: las conversaciones cifradas entre dependientes en unos grandes almacenes, esos guiños y sobreentendidos de sección a sección; muchachas que fuman sentadas en el bordillo de la acera, o de pie cerca de las puertas de los comercios, cigarrillos liados y sonrisas muy rojas, algún tatuaje trepándoles desde la espalda hasta la nuca desnuda; el gesto de paciencia de las cajeras del supermercado, mucho más superheroínas que nadie, manos rápidas y cabello recogido...



A Lupita le gusta fijarse en todas esas cosas, toda esa vida secreta en paralelo a la cotidiana y de la que durante mucho tiempo fue parte. Le gusta pasear y mirar porque le gusta recordar, y porque le gusta, además, empaparse de realidad, llevársela pegada a la piel antes de ponerse el uniforme, la máscara; antes de ingresar en esa otra vida feroz y oculta. 

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