lunes, 27 de febrero de 2012

Valentina

Lupita se siente hoy como si hubieran pasado cien años desde que decidiera retrasar su ingreso en el Programa Espacial y marcharse a París con él en un coche de segunda mano. Después del vértigo de una habitación desde la que se veían los tejados y las viejas chimeneas, como en esas películas de Godard, llegaron una órbita estable de cien años y dos hijos que acabaron transformados en ultracuerpos, intrusos que, por suerte, regresaron ya a su planeta, como hizo él hace tiempo (y menos mal). Cien años, también, tardó su madre en apagarse: su memoria se fragmentó primero y fue borrándose después, despacio, segmento a segmento, como la de HAL9000. Ese dolor.


Cien años y de repente despertar una mañana, esta mañana, hoy. Deambular por una casa que no reconoce, abrir ventanas, dejar que entre la luz, el rumor del tráfico. 

Cien años después, Lupita decide que es buen momento para empezar de nuevo. Sola, como la Tereshkova.

domingo, 19 de febrero de 2012

cielo



En el metro, una chica de pelo corto muerde una manzana verde. El aroma acuático, el crujido de la fruta y sus ojos azules crean un contraste tan luminoso que Lupita la mira con una sonrisa y decide que ese va a ser un buen día: el mejor de la semana, quizá.

lunes, 13 de febrero de 2012

blue

Lupita, dejándose llevar de su vena artística, tardó un tiempo en decidir qué podía hacer con su cámara nueva. ¿Una fotografía diaria de la misma esquina a la misma hora? No, eso lo ha hecho ya todo el mundo. ¿Fotografíar cada día un rincón del barrio? No, demasiado obvio. Mientras meditaba, no dejaba de encuadrar en la pantallita las cosas que había a su alrededor, y de pronto tuvo una idea fulgurante: una fotografía diaria de sus propios pies, siempre con calzado distinto, con medias diferentes...



Para bien o para mal, los entusiasmos creativos le duran poco a Lupita. Doce fotos después, cuando ya se había hecho dos de ellas descalza, se dio cuenta de que lo que necesitaba era un par de botas nuevas.

lunes, 6 de febrero de 2012

allons-y!



Lupita supo desde muy niña que, antes o después, llegaría a ser una viajera del tiempo. Cuando por fin apareció la cabina azul en su jardín, ella llevaba años preparada y con el equipaje hecho: gafas de sol, botas altas y un cargamento de gominolas de colores.

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