Con un hilo de voz, la niña le pregunta si hay libros sobre robots, y Lupita se acuerda de golpe de otra biblioteca, hace ya un buen puñado de años, y se ve a sí misma ante otra bibliotecaria, pidiendo por favor dónde podría encontrar libros sobre cohetes espaciales. Entonces también ella llevaba unas deportivas de color rojo: todavía hoy procura tener siempre un par, le gusta ponérselas cuando hace buen tiempo, se siente ligera con ellas, se siente libre.
El día ha sido largo, mucho tejuelar y mucho repasar papeleos, pero se acerca a la niña con una sensación de vértigo y le cuenta dónde encontrar lo que busca, y se queda luego sentada un rato en silencio, recordando, soñando.
Cuando ya casi hay que cerrar, se levanta y va hasta esa sección que tan bien conoce, pasa el dedo por los lomos ordenados y encuentra el libro que busca, el mismo de entonces. Lo abre, lo hojea, sonríe. Láminas brillantes, el papel amarillea un poco: ciudades orbitales, paisajes marcianos, astronautas con sonrisa profident.
Se lo presta a sí misma y termina de cerrar. Sale a la calle, es ya de noche. En el cielo, con las primeras estrellas, brilla la Estación Espacial Internacional.
Los libros siempre te descubriran como andar por caminos de estrellas
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