lunes, 15 de diciembre de 2014

balas de plata

En sus oídos suena todavía la voz monótona del sacerdote, el listado de víctimas; una dolorosa, lenta letanía sin fin.

Camina en silencio y alerta. A su alrededor, la noche se ilumina de luna.

Lo huele antes de escucharlo, mucho antes de llegar a verlo, al acecho entre las sombras.


Arquea la espalda, deja salir, muy despacio, el aire de los pulmones. 

Acaricia el gatillo.

Espera.

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