lunes, 22 de junio de 2015

hevanly creatures

Lupita se acuerda a veces de aquellas reuniones de parroquia con jovencitas de aire bovino que declaraban su tristeza por toda esa gente que no conoce la felicidad de tener en sus vidas a Jesús (y ahí, al decirlo, la miraban todas a la vez como los niños de "El pueblo de los malditos"). Y se acuerda también de esa chica de apellido italiano con dobles consonantes, su aliada en el rebaño. Tenía labios gruesos y las faldas más cortas que ella había visto nunca, y arrastraba una voz lenta y rugosa a juego con su mirada perezosa y de ojos caídos. Compartían guiños y sobrentendidos, y paseaban a veces de la mano.



Han pasado los años y, por mucho que lo intenta, no consigue recordar cómo fue que las dos acabaron yendo a esas reuniones absurdas, ni consigue recordar por qué aquella chica desapareció de su vida así, sin más. Han pasado los años y a Lupita le gusta imaginar que también la otra se acuerda de ella alguna vez, que se pregunta también qué habrá sido de ella. 




(Una cosa no ha cambiado desde entonces, eso sí: Jesús ni se acerca.)

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