lunes, 27 de abril de 2015

cosas que pocos saben de Lupita

Lupita no aprendió nunca a montar en bicicleta, y además no lo echa de menos: cada día detesta más a todos esos bicivioladores que invaden las aceras en bandadas abruptas, como matones de billar y correccional


a veces, cuando está sola y a lo mejor ha bebido una copa de vino de más, le da por llorar mientras escucha el Romance Morlock de Parade


cuando en la cama tiene calor, saca de entre las sábanas un pie chiquito y blanco, termodinámico



guarda en una caja, en lo alto de un armario, algunos vinilos de cuando era muy joven y que hoy le dan un poco de vergüenza, pero de los que no se anima a deshacerse: los primeros de Duncan Dhu y La Dama se Esconde, nada menos, alguno de Umberto Tozzi, ese primer single con portada de línea clara de los Hombres G


ha vuelto a fumar después de mucho tiempo de haberlo dejado, y es que le encanta todo el asunto de liar esos cigarrillos minúsculos como de película indie, que son los mismos que liaba su abuelo cuando se la llevaba al parque y le daba a leer novelitas de a duro con títulos truculentos y maravillosos


con los años se ha dado cuenta de que le gusta madrugar, pero no hacerlo por obligación, sino porque sí, porque se lo pide el cuerpo y no hay más que hablar

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