lunes, 2 de febrero de 2015

super

Me despierto cada mañana más temprano, con las manos dormidas y los ojos irritados, y no hay día que no me duelan las articulaciones, la zona lumbar o los hombros. Imagino que me he caído ya de demasiados edificios, y eso pasa factura. Además de los años, claro. Tengo la sensación, a veces, de que mis huesos son ahora de hormigón y pesan el doble que antes, y me muevo más despacio, tanto que casi he renunciado ya a patrullar. Además, todos esos chavales de ahora son demasiado rápidos y llegan siempre antes, con sus trajes de licra y moléculas inestables, sus coreografías chinas y sus chismes de última generación. Yo creo que somos ya viejos para esto, Lupita. Lo mío es el kevlar y el cuero, y una buena hostia a tiempo. Y me cuesta cada vez más estar a la altura de mí mismo.


Me acuerdo todavía de la última vez que combatimos juntos, no hace tanto. Tengo que decir que a ti los años te han tratado mejor, y todavía te mueves con gracia. Más lenta que antes, sí, pero con una fluidez y una coordinación que no te conocía. Joder, estás hasta más guapa, más segura. Pero no he vuelto a saber de ti desde entonces, y me pregunto si no habrás decidido ya dejarlo. Yo me lo estoy planteando, de verdad. Estoy cansado, Lupita, muy cansado. 


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