lunes, 19 de enero de 2015

...con el ajo sabrá muy bien

Todo el día en la cocina, como en una canción de Vainica Doble. Entre cacharros de cristal y loza y embadurnada de harina, rodeada de huevos, de albahaca y perejil, de queso rallado y verduras... Así pasa las horas Lupita cuando regresa a la Tierra después de las largas semanas de guardia en la Estación Espacial. 



De niña, le fascinaban las imágenes de esos astronautas pulcros que, sentados ante una repisa negra, manipulaban tubos de los que extraían pomadas de diferentes colores que se llevaban a la boca, y bebían con pajita de unas extrañas bolsas arrugadas, conversando entre sí con profesional indiferencia. La comida de astronauta era multicolor y parecía pensada para comerla con los dedos, para untarla en grandes tostadas...

Hoy, Lupita sabe ya a qué sabe, y cuando está en el espacio sueña con el crujir de un buen hojaldre o el sabor de un tomate maduro. No es extraño que luego, en casa, dedique su tiempo a cocinar, a inventar bocadillos sabrosos, a hacer guisos a fuego lento, legumbres y carne, salsas espesas y fragantes, ensaladas frescas y jugosas. Olores y sabores que la acompañan después, en sus largos paseos orbitales, en su vigilia espacial.









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