lunes, 27 de agosto de 2012

sangre

Muchos años después, Lupita recuerda todavía cada detalle de la catástrofe: el final del sueño de Xavier, el incendio que devastó el barrio gótico, ese momento en que la realidad se resquebrajó y cambió y todo se convirtió en otra cosa, en otro tiempo, en otro mundo. 

Conserva algunas fotografías del grupo, con esos uniformes que les hacían parecer a los Spandau Ballet del primer disco, y le gusta repasarlas de vez en cuando, asegurarse de que su memoria no se ha borrado, como ha ocurrido con la de todo el mundo. A veces sueña que esas fotos son lo único que queda de su recuerdos, y que se desvanecen hasta quedar en blanco, meros rectángulos de papel. A veces sueña que todo fue un sueño, y al despertar no sabe bien qué sueño soñó, qué fue real y qué no.


Ahora, en el tiempo libre que le deja su tarea de piloto en la línea de dirigibles transcontinentales, se dedica a rastrear a sus antiguos compañeros. Despacio, uno tras otro, los va localizando, y comprueba que aún late en ellos lo que los hizo especiales. Despacio, en silencio, prepara la Resistencia. Y sangra, ha vuelto la sangre a sus manos y a sus pies... Sangra y sabe que es una señal, que cada gota es un dígito de la cuenta atrás.

lunes, 20 de agosto de 2012

la vuelta al mundo

Lupita pasa el dedo por los lomos alineados y repasa los autores: Frank Yerby, Vicky Baum, Frank G. Slaughter, Pearl S. Buck... No recuerda a Pearl S. Buck, no le acaba de encajar Pearl S. Buck en los gustos de su abuelo... El Don apacible, El otro árbol de Guernica... Se detiene ahí, recuerda haberlo leído varias veces, en veranos sucesivos. Lo abre con una sonrisa, huele a papel viejo, el polvo se le queda en la yema de los dedos...

Toda la casa huele a papel viejo, en realidad, aunque apenas queden ya libros. Camina hasta la cocina: todo es más pequeño de como lo recuerda. En la alacena están todavía los tazones descascarillados de sus desayunos de entonces, pero el fregadero sí lo cambiaron, ahora es uno normal, de los de acero inoxidable y dos senos. Todo es más pequeño, sí: el salón también, con sus sillones demasiado bajos y ya desfondados; el pasillo en penumbra, los dormitorios, incluso el rellano de la escalera. En la puerta de enfrente tampoco viven ya... no recuerda el nombre de ninguno de ellos, solamente su extrañeza cuando supo, de muy niña, que habían venido de El Aaiún: no entendía que, siendo africanos, no fueran caníbales.



Y por fin lo encuentra, entre un montón de carpetas llenas de fotos desordenadas y recortes de viejos periódicos. Un cuaderno grande, cuadriculado. En la primera hoja, escrito con su pulcra letra de niña y boli azul, el título: LA VUELTA AL MUNDO DE LUPITA, y debajo una salchicha dibujada con lápices de colores, una salchicha que es un dirigible, claro, y en la góndola, detrás de un ventanal panorámico, un muñeco de palo con la cabeza redonda y dos coletas coloradas... Se sienta en la cama para hojearlo, con los ojos húmedos y una sonrisa. Ya no lleva coletas, pero todavía se muere por ir a Japón.

lunes, 13 de agosto de 2012

Saturno


Querida Lupita, cuando escuches esta grabación todo habrá terminado. Imagino que te habrá llegado noticia ya del accidente, y estoy seguro de que estarás haciendo todo lo posible para venir hasta aquí y buscarme entre los supervivientes, si es que los hay. Pero no me encontrarás en los vehículos de rescate. Ni yo mismo sé bien qué ocurrió, sólo recuerdo la explosión, carreras por los pasillos, enfundarme el traje y la sensación de caída. Después, nada... 

Cuando recobré el conocimiento, la IA del traje se había ocupado de cauterizar y coser mis heridas y me dio las coordenadas de nuestra órbita y la cuenta atrás: caigo hacia Saturno, Lupita. Sin remedio, sin posibilidad de rescate, muy lejos de cualquier ruta codificada. Ahora mismo, todo mi campo de visión está ocupado por los anillos. Una belleza, te encantaría poder verlo desde tan cerca. Ya lo creo: te encantaría.

Los calmantes me nublan un poco la cabeza. Giro sobre mí mismo muy despacio mientras caigo. Ahora es todo lo que puedo ver: las franjas de la atmósfera, que se diluyen entre sí. No se parece a Júpiter, aquí todo está desdibujado, como en un sueño que apenas si puedes ya recordar...


Otra vez los anillos. ¿No me quieres dar la mano? Vamos a mirarlos juntos, Lupita, sé que te gustará...

lunes, 6 de agosto de 2012

geografía

Lupita limita al Norte con Pauline, que suele pasear por playas asturianas y disfruta inventando frágiles historias de amor en miniatura, y limita al Sur con Dorothy, que nunca llegó a viajar a Oz: de haber estado allí, con toda seguridad no hubiera querido regresar a Kansas, a ver de qué...

 Lupita limita al Este con Esperanza, que fue la punkette más rrrrrriot de Hoppers y hoy es la maestra más pintona de la escuela, y la más guapa también, con ese pelo corto despeinado y entrecano y esas gafas de pasta... Y limita al Oeste con Elba, esa niña que sabía abrir escondites de bolsillo en los que ocultarse a plena luz y desaparecer como si nunca hubiera estado ahí.



Lupita es un clima continental benigno, tanto que permite la incógnita de un bosque húmedo cargado de promesas. Es también el Cantábrico en días de bandera roja, y  largos atardeceres de cielo azul. Y el sabor salado del mar en la piel...

Y es también, a veces, las menos, tormenta de hielo y nieve, encerrada a solas en su Fortaleza de la Soledad...


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