lunes, 29 de octubre de 2012

profundos


Desde muy niña, Lupita ha odiado y ha temido por igual al mar. Esa inmensidad oscura que parece no acabar nunca, ese abismo lóbrego que se abre bajo tus pies cuando flotas entre las olas, el olor... Un olor que aprendió a detestar durante los meses de verano que pasó, a lo largo de su infancia, en cierta aldea norteña de pescadores: olor de peces muertos pudriéndose en la playa, olor de algas que se corrompen entre las rocas...



Aún hoy, tantos años después, sueña a veces con la charca de agua legamosa en la que jugaban los críos de la aldea... niños de pies palmeados y piel aceitosa...

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