lunes, 28 de mayo de 2012

silent running

De su paso por la Base Cavor, previo a su estancia marciana, a Lupita le queda la memoria de una llanura fractal, un paisaje gris y plata pixelado por varios miles de gigantescas parabólicas: el complejo LEM, dedicado a filtrar hasta el último bit de potencial información  encriptada en la radiación que a diario abrasa la superficie lunar.

Lupita recuerda el silencio que reina en las instalaciones, la minuciosa actividad de los robots encargados del mantenimiento, la atmósfera monacal propiciada por la misión: discriminar, analizar y traducir posibles señales extrasolares de origen inteligente, elaborar una hipotética respuesta, especular una improbable conversación milenaria a través de las estrellas.



En su espera eterna al borde del abismo azul, en su burbuja de tiempo detenido, Lupita imagina una luna liberada ya de la órbita terrestre, a la deriva en un sistema solar disgregado y muerto, muchos millones de años en el futuro... Imagina a los robots LEM, incansables y silenciosos, vigilantes entre las antenas de plata y hormigón, sus ojos ciegos alzados hacia el pálido resplandor de la galaxia...

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