lunes, 31 de diciembre de 2012

golden brown

Cuando el año muere, Lupita repasa viejas fotografías en papel: recuerdos analógicos, memoria congelada. Como en un ritual, pasa las páginas gruesas de sus álbumes y se deja arrastrar por las imágenes. Recompone historias, recupera rostros.



Cuando el año muere, prefiere despedirlo en casa, a solas. Una cena ligera, una copa de vino blanco y un disco de hace mucho tiempo: vinilo grueso, comprado en Londres cuando esas cosas se compraban en Londres...

miércoles, 26 de diciembre de 2012

green

Gente que pone flores de plástico en tiestos de colores para decorar sus ventanas... Lupita no puede evitar una mueca de asco cuando lo ve. Se le antoja la culminación de lo grotesco, matrícula de honor en mal gusto.

Aunque se sabe genéticamente incapaz de más, hace un tiempo ya mantiene en su balcón un pequeño jardín accidental y desordenado de áloes y crasas, con un helecho despeinado y algunos bulbos que no han llegado a florecer nunca, pero ahí siguen, verdes y un poco asilvestrados. Nada que no mereciera el desdén de Poison Ivy, pero mucho para Lupita, que sale a regar de cuando en cuando, un poco a la aventura. 



Le gusta agacharse, oler la tierra de los tiestos mientras se va empapando, y silbar despacito mientras lo hace: Spanish Bombs, de los Clash, una melodía que siempre hace que se pongan de buen humor... ella y ellas. 

lunes, 24 de diciembre de 2012

por las tardes


Escribir cartas de amor en cuartillas de colores, como un personaje del Genji Monogatari. Hacer luego con ellas aviones afilados, concordes azules o rojos, o naranja. Verlos planear después desde el balcón, mientras el sol se pone...


lunes, 17 de diciembre de 2012

U.F.O.


Esa noche vimos luces en el cielo, ¿te acuerdas, Lupita? Tenías catorce años y tu lápiz de labios brillaba en la oscuridad, y podías señalar cada estrella y llamarla por su nombre. Yo las estrellas las miraba poco cuando estaba contigo, la verdad.

Sabías de memoria los horarios de los lanzamientos y las rutas aéreas de la zona, por eso estabas tan segura de que las luces no podían ser de un transbordador o de un avión. Cuando partieron el cielo en dos y bailaron sobre nuestras cabezas como luciérnagas atómicas, también yo supe que no podían ser de los nuestros...



Las quemaduras tardaron todo el verano en curarse. Después te marchaste, y eso sí que fue malo. Todavía hoy salgo al desierto algunas noches, e intento recordar los nombres de las estrellas, decirlos en voz alta como tú los decías. 

Todavía me acuerdo del sabor de tu pintalabios radioactivo.

lunes, 10 de diciembre de 2012

diciembre

Recoger las rodillas y encogerse en el sillón, debajo de la manta. Sostener entre las manos la taza de café caliente, mirar el cielo gris luminoso al otro lado del ventanal. 

Esperar a que llegue la nieve hoy, esta noche... Ahora.



lunes, 3 de diciembre de 2012

nunca más

Lupita quiso un día escribir poesía. Se sentía... se sentía, en fin, que no es poco.

Redactó unos versos sin rima, breves. Los leyó en voz alta. Paladeó las palabras, dejó que resbalaran por su lengua y que cayeran hasta el cuaderno abierto y las miró ahí, sobre el papel... muertas.



Arrugó la nariz, se puso las botas y se fue a la calle, donde viven las palabras. 

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