lunes, 30 de julio de 2012

polar



Son cosas que no se olvidan: el crujir de la nieve, el frío que enciende las mejillas, el sabor de la boca blanda de Lupita...

lunes, 23 de julio de 2012

wild thing

Hay días en los que, al llegar a casa, Lupita se sirve una copa de vino blanco muy frío, tanto que casi hace que le duelan los dientes, y pone un disco de The Jesus & Mary Chain muy alto, y se pasea a medio desvestir bebiendo sorbos pequeños, a la deriva en plena tormenta eléctrica. Las piernas largas enfundadas todavía en las medias de colores, mira por la ventana y cierra luego los ojos y suspira, apura la copa de un trago. 

Esos días en los que hace falta ruido, mucho ruido: capa sobre capa de distorsión ahogando el latido del tambor... para vaciar la mente, para templar los nervios, para no romper nada: sobre todo, no romper nada.



Y le viene a la cabeza la imagen de aquel muppet melenudo que desencadenaba el caos detrás de la batería, y sube el volumen un poco más, se deja arrastrar por el chirrido como de serrería industrial y apura la segunda copa con una sonrisa.

Esos días.

lunes, 16 de julio de 2012

hot

A Lupita la conoció en París, cuando ya había dejado de ser una fiesta. Era una de esas mujeres de caderas lentas y mirada perezosa que todo lo incendian con su mera presencia, y venía del brazo de una escritora que sería famosa muchos años después, una vez fallecida. La miró y sintió que se le humedecían las entrañas. Cuando ella le devolvió la mirada, los párpados entreabiertos, tuvo que buscar dónde sentarse. Todo el local olía como ella.

Su carrera de pintor no llegó a despegar nunca, y se volvió a los Estados Unidos con el fracaso tatuado en el rostro y sin Lupita, que le organizó en los baños públicos del aeropuerto una ardorosa despedida que le dejó los labios hinchados y las piernas de algodón en rama.


Despacio, minuciosamente, se labró una carrera mediocre en publicidad, y acabó como ilustrador del Reader's Digest, un erial creativo del que a veces se resarcía firmando con seudónimo unas cubiertas vigorosas y turbadoras para oscuras novelitas de bolsillo. En todas ellas puede adivinarse la boca húmeda de Lupita, su perfil blando, la curva de sus caderas.

Murió sin haber vuelto a saber de ella, y unos años antes de que sus trabajos fueran reivindicados por arqueólogos de lo pop a la busca de joyas olvidadas.

lunes, 9 de julio de 2012

SN


 La primera vez fue por trabajo. Siempre, después de cada encargo, procura ocultarse en la multitud, y pasear esa tarde entre tanta gente le pareció la opción lógica. Entró en una pequeña carpa y se sentó a escuchar a una mujer de rostro luminoso y cabellos blancos, una escritora de voz cálida que hablaba de una literatura atroz y bellísima, con la que coincidió esa misma noche en un restaurante. Le agradó la atmósfera de actividad febril que saturaba el ambiente, la sensación de que siempre esté ocurriendo algo, y no pudo dejar de apreciar la ironía de esconderse a la vista de todos y en un festival dedicado a lo criminal.


Desde entonces, Lupita ha vuelto cada año sin faltar uno. Le gusta caminar contemplando la playa, le gusta el aroma ácido de las tabernas donde la sidra salpica el suelo gastado, le gustan los cielos grises y el habla cantarina de los asturianos.

Le gusta también mezclarse, saberse sola entre una multitud ruidosa, ella que conoce cien formas silenciosas de matar.

lunes, 2 de julio de 2012

wonderland

Cuando Alicia volvió a cruzar el espejo, se encontró con que Lupita había derrotado al Jabberwocky, y lo había decapitado después, para deleite de todos. Descubrió también que era su sonrisa la que no terminaba de desvanecerse en la penumbra boscosa, y su lápiz de labios el que dibujaba la boca jugosa de la Reina Roja. 


Supo, en fin, que su tiempo había pasado, y se volvió por donde había venido.

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