domingo, 18 de diciembre de 2011

good morning


A Lupita le gusta, para desayunar, tomar café con leche en un tazón grande, sin asa, sostenerlo con las dos manos, sentir en ellas el calor. Café con leche y unas cucharadas de miel. 

Mientras se lo bebe despacio mira por la ventana. Sentada en la cocina mira las ventanas iluminadas de la fachada de enfrente, imagina otras cocinas, otras vidas. Vidas con calcetines de otro color, con vasos de leche de soja o con cereales, vidas con tostadas y mantequilla. Vidas con la radio puesta, las noticias, el tiempo, compre en nuestros almacenes.



Enjuaga el tazón bajo el grifo. Por el desagüe del fregadero se van la espuma del jabón y un puñado de lugares comunes, hacen juntos remolino y desaparecen.

camuflaje

Vi a Lupita la otra noche, o creí verla. Llevaba uno de esos vestidos como parcheados, de colores oscuros y con una japonesa estampada en el culo. El pelo corto y negro, los labios muy rojos. Ni siquiera estoy seguro de que fuera ella... Han pasado qué, ¿diez años? Como poco. Pero esa manera de reírse con todo el cuerpo, la forma de moverse entre la gente... yo creo que era ella.

No me vio, de eso sí estoy seguro. En todo caso fue un momento, cuando yo ya salía del local: demasiado jaleo, demasiado calor y demasiada ginebra. A lo mejor no era ella. A lo mejor esa chica de perfil me la recordó y el mareo del alcohol hizo el resto. Me paré en la acera nada más salir, pero no me atreví a entrar y ver si era ella. Supongo que me dio miedo que no me reconociera... o me dio más miedo que sí lo hiciera.



No dormí bien después, al llegar a casa. Estuve revolviendo papeles, buscando sus fotos: no me acordaba de que las había tirado otro día, no hace mucho, cuando creí haberla visto en el cine, antes de que se apagaran las luces. Esa vez no era ella, estoy casi seguro, porque a Lupita las de acción no le van nada, pero la de la otra noche... joder, qué guapa estaba...

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