En la acera de enfrente han abierto una de esas lavanderías de película indie americana: superficies cromadas, paredes pintadas de colores vivos y un suelo ajedrezado en azul y blanco. Casi nunca hay nadie, y se cierra a eso de las diez, pero las luces quedan encendidas toda la noche. Una luz submarina.
A Lupita le gusta verla desde el balcón antes de irse a la cama. Fuma un cigarrillo y pierde la mirada en el color rojo de las paredes, en las lavadoras limpias, brillantes. Hay en esa imagen un algo oceánico que alimenta después sus sueños...
Desayunar en Atlantis. Terrazas de coral rojo y verde, buenas vistas. El café, discutible.
Contemplar el resplandor dorado del kraken allá abajo, en la oscuridad. Escuchar su respiración, un latido lento como de máquina de vapor....
Nadar con los peces voladores, romper la superficie de plata y seguirlos, zambullirse en el cielo azul.
Volar.
Contemplar el resplandor dorado del kraken allá abajo, en la oscuridad. Escuchar su respiración, un latido lento como de máquina de vapor....
Nadar con los peces voladores, romper la superficie de plata y seguirlos, zambullirse en el cielo azul.
Volar.
Lupita debería planetarse bajar a esa lavandería y ser hipnotizada por el movimiento de los tambores de las lavadoras.
ResponderEliminareso queda para una futura entrega... quien acabará bajando un día seré yo... ;-P
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