El aula tiene ventanales muy altos, y las contraventanas son de madera vieja. En la pizarra hay algo escrito, quizá unas declinaciones de latín, una letanía incomprensible. Hay polvo de tiza en suspensión, como una niebla blanquecina.
Lupita mira a través del cristal sucio, al patio, a la verja que hay más allá, al bosque detrás de ella, un muro pardo y verde oscuro que parece palpitar entre ráfagas de lluvia. Furtiva, enciende un cigarrillo. Siente frío en las piernas, casi se arrepiente de haber acortado la falda del uniforme.
Una calada, otra. Rápido, antes de que alguien pueda aparecer. Le parece ver algo por el rabillo del ojo, un borrón de movimiento detrás de la verja, en el bosque. Hay algo antiguo y feroz entre los árboles que le devuelve la mirada y le hiela la sangre en las venas. Un momento nada más y después nada... el temblor de las manos y el corazón acelerado.
Una calada, otra. Rápido, antes de que alguien pueda aparecer. Le parece ver algo por el rabillo del ojo, un borrón de movimiento detrás de la verja, en el bosque. Hay algo antiguo y feroz entre los árboles que le devuelve la mirada y le hiela la sangre en las venas. Un momento nada más y después nada... el temblor de las manos y el corazón acelerado.
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