Con Blanca aprendí a besar, y aprendí también a devolver a la policía sus botes de humo, y de Marga y sus ojos azul mar aprendí a fumar como Belmondo y a no peinarme nunca por las mañanas.
Fátima, siempre susurrante, me descubrió a Camille Paglia y a Chet Baker, y después se marchó a París con su boca roja y sus minifaldas imposibles.
Sol fue un relámpago y un trueno. Con ella entendí que en realidad nunca había sabido besar, y aprendí también a disfrutar del vino.
Fátima, siempre susurrante, me descubrió a Camille Paglia y a Chet Baker, y después se marchó a París con su boca roja y sus minifaldas imposibles.
Sol fue un relámpago y un trueno. Con ella entendí que en realidad nunca había sabido besar, y aprendí también a disfrutar del vino.
Y Lupita... ¡Ay, Lupita! Con ella supe lo que de verdad es dejarse llevar. No pensar, no hacerse preguntas... Cerrar los ojos y flexionar las piernas, dejar que la gravedad te arrastre hacia abajo... abrazarla, aferrarse a ella y gritar...
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