Lupita sale cada mañana al balcón nada más levantarse, para disfrutar del aire limpio de primera hora y para mirar a una jovencita que suele balancear su frescura y sus caderas a esas horas, camino del metro. Después, una ducha rápida, abrir de par en par todas las ventanas y a la calle.
Hojea el periódico en una cafetería, mientras desayuna despacio: cruasanes tiernos, café con leche. Hace tiempo y pereza hasta que ve pasar a dos mujeres ya muy mayores, casi idénticas. Dos hermanas, solteronas de las de antes y quizá gemelas, que pasean a un perro de lanas peinado con la raya en medio y a las que, para sí, llama Flora y Fauna, como las siamesas de las películas de los Addams.
Luego ya la mañana se adentra en rutinas menos gratas: compra, cocina, colada... marchar al trabajo y hasta la vuelta, ya de noche. Una copa de vino frío en el balcón, un cigarrillo, dejar que el día muera... dejar pasar el tiempo...
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