lunes, 20 de julio de 2015

ilustrada

Siempre que veo a Lupita me acuerdo de ese libro de Bradbury. 

Me gustan todos sus tatuajes, y me gusta mucho la elegante arrogancia con que los luce, ese gesto natural con que los asume como propios, igual que se asumen y se lucen las pinturas de guerra. 

Me gustan, sobre todo, esas frases que le dibujan la circunferencia de los muslos con caligrafía de señorita victoriana, y los diseños enigmáticos que le recorren la espalda y se resuelven en un tentáculo sinuoso que le acaricia la nuca.


En el libro, cada tatuaje llevaba a un cuento diferente. No sé si los de Lupita también, pero sí sé que, con ella, historias no van a faltarnos.


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