Se rompió en dos con un crujido seco, y esperó en caída libre, entumecida y angustiada, hasta que el robot de rescate la localizó entre los escombros del accidente. Supo antes de que nadie se lo dijera que no volvería a andar, y por un momento sintió que el suelo se abría bajo sus pies, que la vida se le hacía pequeña y negra.
Pero el Programa Espacial no abandona a su gente. (O, en palabras de sus detractores, aprovecha hasta la última gota de su sangre.) Inyectaron en su sistema nervioso un torrente de nanobots que no pudo regenerar la médula espinal, pero que sí propició el desarrollo de una conexión neuronal abierta. Muy pronto aprendió a integrarse en el primer exoesqueleto experimental y pudo volver a caminar, pero el proyecto era mucho más ambicioso.
En pocos años, Lupita pudo manejar cuerpos mecánicos más y más grandes, más y más sofisticados. Dejó de ser una excepción, además, y enseñó a los nuevos reclutas a manejarse, a no caer en los errores que ella tuvo que superar en solitario, paso a paso.
Hoy, los gigantes exploran las lunas de Júpiter y Saturno, y construyen complejas estaciones orbitales y plataformas de lanzamiento de cara a futuras expediciones extrasolares. Despacio, una vanguardia de titanes híbridos, cuerpo artificial y aliento humano, avanza hacia un futuro que nadie antes se atrevió a imaginar.
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