Lupita pasó media vida marchándose de los sitios. Sin mirar atrás, dejándolo todo de un día para otro. Una maleta roja, pequeña y ya un poco gastada, y un billete de ida: ese fue siempre su equipaje.
Con el tiempo, llegó un momento en que empezó a querer regresar. Y descubrió que no quería volver a lugares concretos, sino a la gente que había ido dejando a su paso. La gente que, se fue dando cuenta, llevaba todo ese tiempo esperándola...
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