Lupita se acuerda de aquel verano... Cada tarde, el cielo se incendiaba y un trueno se alargaba hasta el anochecer. Cada tarde, un lanzamiento: la Primera Oleada de colonos rumbo a Marte, viaje de ida sin billete de vuelta.
Solía pedalear sola hasta el límite acotado de la zona prohibida y desde allí, con sus prismáticos, contemplaba la siluetas estilizadas de los cohetes, el bullir de vehículos alrededor, la actividad frenética.
Cada noche, desde la ventana de su dormitorio, miraba las estrellas y soñaba despierta.
Hoy, tantos años después, aguarda noticias del Programa Espacial. La Segunda Oleada no necesitará ya esos cohetes titánicos que cristalizaban el hormigón en su lento elevarse. Para Lupita, sin embargo, la idea del viaje espacial está asociada a ellos, a ese tronar bronco que hacía temblar la tierra, a la estela hirviente que rompía en dos el cielo a su paso.
Espera noticias: día y hora. Viaje de ida. Destino: Marte.
Solía pedalear sola hasta el límite acotado de la zona prohibida y desde allí, con sus prismáticos, contemplaba la siluetas estilizadas de los cohetes, el bullir de vehículos alrededor, la actividad frenética.
Cada noche, desde la ventana de su dormitorio, miraba las estrellas y soñaba despierta.
Hoy, tantos años después, aguarda noticias del Programa Espacial. La Segunda Oleada no necesitará ya esos cohetes titánicos que cristalizaban el hormigón en su lento elevarse. Para Lupita, sin embargo, la idea del viaje espacial está asociada a ellos, a ese tronar bronco que hacía temblar la tierra, a la estela hirviente que rompía en dos el cielo a su paso.
Espera noticias: día y hora. Viaje de ida. Destino: Marte.
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