Durante años, Lupita fue testigo del viaje en el tiempo de su madre, que retrocedió despacio hasta la niñez y más atrás aún, hasta apagarse en silencio como se apagan a veces las estrellas, colapsadas al final de un túnel sin camino de vuelta.
Cuando todo pasó, decidió embarcarse en su propia travesía temporal, hacia el futuro: programó la Máquina para saltos progresivamente más largos que le permitieron ser testigo de la expansión de una humanidad efervescente por todo el sistema solar y de su larga decadencia posterior. Contempló el lento crepúsculo del Sol y su transformación en gigante roja, y asistió a la extinción de los últimos transhumanos, que le devolvían una mirada alienígena y pavorosa.
Avanzó más y más adelante en la flecha del tiempo hasta desembocar en una desolación helada, un cielo sin estrellas, el triunfo de la entropía. Más y más adelante, hacia el improbable, mudo final... con tal de huir y no volver la vista atrás.
Avanzó más y más adelante en la flecha del tiempo hasta desembocar en una desolación helada, un cielo sin estrellas, el triunfo de la entropía. Más y más adelante, hacia el improbable, mudo final... con tal de huir y no volver la vista atrás.
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