Paseo por la casa y busco el otro calcetín, pero no hay manera. Habría que poner un poco de orden, ya lo sé... Ay, pero este solecito...
Espío a los vecinos: sus pulcros balcones de exposición, sus perritos bien peinados y educados, sus buzones con los nombres mecanografiados y justificados, a doble espacio; esos felpudos de república independiente del carajo.
En mi buzón se lee Lupita en tinta roja, garabateado entre montañitas de tippex, y el balcón parece a lo mejor una zona de catástrofe después del huracán, eso ya lo sé. Pero cada mañana vienen los pájaros y se paran a charlar un ratito, chip-chip, todos los pájaros del barrio, sólo en mi balcón. Y, en el salón, parapetada entre torres de libros, la palmera está echando dos hojas nuevas.
Espío a los vecinos: sus pulcros balcones de exposición, sus perritos bien peinados y educados, sus buzones con los nombres mecanografiados y justificados, a doble espacio; esos felpudos de república independiente del carajo.
En mi buzón se lee Lupita en tinta roja, garabateado entre montañitas de tippex, y el balcón parece a lo mejor una zona de catástrofe después del huracán, eso ya lo sé. Pero cada mañana vienen los pájaros y se paran a charlar un ratito, chip-chip, todos los pájaros del barrio, sólo en mi balcón. Y, en el salón, parapetada entre torres de libros, la palmera está echando dos hojas nuevas.
Y eso me pone de muy buen humor.
Aunque, al final, el calcetín no aparezca...
Aunque, al final, el calcetín no aparezca...
No hay comentarios:
Publicar un comentario