La mera existencia de la máquina supone un torbellino probabilístico, y cada vez que Lupita se sienta a los mandos y la pone en funcionamiento, un número infinito de posibilidades se baraja de manera automática y al azar, generando un número también infinito de universos por explorar. En ninguno de ellos hay otra Lupita con la que encontrarse: la realidad se protege a sí misma de una paradoja que sería letal.
Así, viaja a sabiendas de que hay un número infinito de copias posibles de sí misma en otros mundos, inaccesibles tras los muros de la improbabilidad. Viaja y le gusta imaginar a todas esas otras Lupitas: pilotando un biplano en plena tempestad, a bordo de un dirigible rumbo a islas inexploradas, defendiendo a sangre y fuego la independencia de las colonias marcianas, escribiendo turbadoras novelas simbolistas, incendiando barricadas bajo una bandera negra, peleando contra los cascarudos en las calles de un Buenos Aires nevado... viviendo otras vidas, posibles o imposibles.
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