Lupita pasea por Providence, ciudad solemne y oscura, con un joven y desconfiado Howard Philips. El muchacho le esquiva la mirada y Lupita no sabe bien si la está escuchando siquiera.
De vuelta al vehículo temporal cantará las cuarenta al resto del equipo: "Hubiera sido mejor enviar a hablar con él a mi madre", dirá: "al menos, a ella la hubiera mirado".
"De Robert Howard, entonces, ni hablamos...", la retranca de Julio. "¿Quién nos queda?"
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