Lupita se levanta una mañana lluviosa y encuentra en la cocina, sobre la encimera roja, una piedrita minúscula y blanca. ¿De dónde ha podido salir? Anoche no estaba ahí. Mira alrededor, al techo blanco. La coge entre dos dedos: pesa, nada de yeso. La deja donde estaba. Piensa en cucarachas, que le producen un asco abisal, pero son bichos que van y vienen sin equipaje, nada de llevar piedras a cuestas. ¿Otro insecto, un animal industrioso que trabaja en turno de noche detrás de los armarios?
De repente, la superficie lisa de la encimera se transforma en una llanura marciana, terreno hostil y desconocido. La cocina entera es un cosmos malévolo y Lupita , increíble mujer menguante, lo enfrenta en solitario.
Vuelve a coger la piedrita entre los dedos índice y pulgar, la tira con mucho cuidado a la basura y a otra cosa, que es lunes y hay que arrancar.
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