En su paréntesis de tiempo elástico en la órbita de la estrella de neutrones, Lupita recuerda las primeras etapas del viaje: la línea curva del casco en Cabo Cañaveral, la trepidación del despegue, el fulgor de fuego helado de su primer amanecer en el espacio, de camino a la Base Lunar.
Recuerda también los largos meses marcianos y la sensación del polvo rojo entre los dedos a todas horas. Y recuerda como si fuera ayer mismo su viaje al volcán Olimpo a bordo de un dirigible frágil como el papel, el paisaje rocoso y fracturado, el cielo rosado... Las arenas de Marte, el frío, el recuerdo imaginario de un Barsoom que nunca existió... y el espejismo fugaz de una ciudad esmeralda al filo del horizonte a la que nunca llegó a viajar.
Recuerda también los largos meses marcianos y la sensación del polvo rojo entre los dedos a todas horas. Y recuerda como si fuera ayer mismo su viaje al volcán Olimpo a bordo de un dirigible frágil como el papel, el paisaje rocoso y fracturado, el cielo rosado... Las arenas de Marte, el frío, el recuerdo imaginario de un Barsoom que nunca existió... y el espejismo fugaz de una ciudad esmeralda al filo del horizonte a la que nunca llegó a viajar.
En ese momento infinito en torno al infierno azul, Lupita sueña con princesas de cabello negro y boca roja, con guerreros de cuatro brazos, con espadas y corazas.
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