Vi a Lupita la otra noche, o creí verla. Llevaba uno de esos vestidos como parcheados, de colores oscuros y con una japonesa estampada en el culo. El pelo corto y negro, los labios muy rojos. Ni siquiera estoy seguro de que fuera ella... Han pasado qué, ¿diez años? Como poco. Pero esa manera de reírse con todo el cuerpo, la forma de moverse entre la gente... yo creo que era ella.
No me vio, de eso sí estoy seguro. En todo caso fue un momento, cuando yo ya salía del local: demasiado jaleo, demasiado calor y demasiada ginebra. A lo mejor no era ella. A lo mejor esa chica de perfil me la recordó y el mareo del alcohol hizo el resto. Me paré en la acera nada más salir, pero no me atreví a entrar y ver si era ella. Supongo que me dio miedo que no me reconociera... o me dio más miedo que sí lo hiciera.
No dormí bien después, al llegar a casa. Estuve revolviendo papeles, buscando sus fotos: no me acordaba de que las había tirado otro día, no hace mucho, cuando creí haberla visto en el cine, antes de que se apagaran las luces. Esa vez no era ella, estoy casi seguro, porque a Lupita las de acción no le van nada, pero la de la otra noche... joder, qué guapa estaba...
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