Después de tantos años, justo hoy, justo aquí. Pero claro, todo el mundo quería a D, qué mejor lugar, qué mejor momento, que su velatorio.
Nadie parece reconocerla, y ella no se esfuerza por remediarlo, con ese chaquetón gris y esa manera de moverse, de estar sin estar del todo: lenta, como pensando mucho antes de adelantar un pie, antes de sacar las manos de los bolsillos para encender un cigarrillo. Esa inseguridad emborronada que provocan muchos años de ingravidez. Nadie la reconoce con ese pelo tan corto, entrecano. Tampoco los ojos son los mismos: esa mirada cansada y triste de quien ha visto demasiadas cosas, esa manera de entrecerrarlos cuando me acerco y sonrío y me sonríe, y hasta su sonrisa parece gris.
Hablamos poco, apenas cuatro frases. Le pregunto por Lupita, pero hace un gesto vago que no sé cómo interpretar. Me besa en la mejilla al despedirse, sus labios sí son los mismos de entonces, tan suaves.
La miro mientras se marcha. Tampoco ha cambiado de perfume: el mismo que usaba Lupita.
Me ha gustado mucho, mucho :) Espero que sigas así ;)
ResponderEliminar¡Un abrazo fuerte!
muchas gracias :-)
Eliminar¿qué tal el verano? ¿bien?