Hay días en los que, al llegar a casa, Lupita se sirve una copa de vino blanco muy frío, tanto que casi hace que le duelan los dientes, y pone un disco de The Jesus & Mary Chain muy alto, y se pasea a medio desvestir bebiendo sorbos pequeños, a la deriva en plena tormenta eléctrica. Las piernas largas enfundadas todavía en las medias de colores, mira por la ventana y cierra luego los ojos y suspira, apura la copa de un trago.
Esos días en los que hace falta ruido, mucho ruido: capa sobre capa de distorsión ahogando el latido del tambor... para vaciar la mente, para templar los nervios, para no romper nada: sobre todo, no romper nada.
Esos días en los que hace falta ruido, mucho ruido: capa sobre capa de distorsión ahogando el latido del tambor... para vaciar la mente, para templar los nervios, para no romper nada: sobre todo, no romper nada.
Y le viene a la cabeza la imagen de aquel muppet melenudo que desencadenaba el caos detrás de la batería, y sube el volumen un poco más, se deja arrastrar por el chirrido como de serrería industrial y apura la segunda copa con una sonrisa.
Esos días.
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