El día ha sido largo y la gente se ha ido marchando, menos mal. Las chicas se bajan de sus tacones imposibles y se apoyan de manera informal en la pared para masajearse las pantorrillas. El oropel se apaga, el peinado se desordena ligeramente, los labios rojos dibujan una sonrisa cansada y los ojos brillan un poquito menos.
Es ahora cuando Lupita mira a sus compañeras y las ve como son de verdad, ni Barbie ni Batgirl. Y es ahora, se da cuenta de golpe, cuando podría enamorarse de cualquiera de ellas, y eso la hace feliz.
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