lunes, 26 de enero de 2015

paracetamol

De niña, quedarse con gripe en la cama era tener permiso para leer y releer todo el día sus tebeos favoritos, y era también el aroma del azúcar que calentaba su madre en la cocina y que llenaba toda la casa. Escuchar a las vecinas cantar por el patio de luces, el golpeteo rítmico del tenedor en el plato al batir los huevos, la tarde lenta de radio. Volver la página y ver cómo muere Gwen Stacy, no creérselo, pobre Gwen y pobre Peter, ahora qué.



Todavía hoy lo recuerda todo Lupita, arrebujada en su manta preferida, las defensas blandas por la fiebre. Recuerda cómo se quebraba la lámina de caramelo tostado entre los dedos, la sensación dorada y crujiente al masticarla. Cierra los ojos y se acuerda de cuando el Duende Verde era Norman Osborn y todo era más sencillo (o lo parecía).   

lunes, 19 de enero de 2015

...con el ajo sabrá muy bien

Todo el día en la cocina, como en una canción de Vainica Doble. Entre cacharros de cristal y loza y embadurnada de harina, rodeada de huevos, de albahaca y perejil, de queso rallado y verduras... Así pasa las horas Lupita cuando regresa a la Tierra después de las largas semanas de guardia en la Estación Espacial. 



De niña, le fascinaban las imágenes de esos astronautas pulcros que, sentados ante una repisa negra, manipulaban tubos de los que extraían pomadas de diferentes colores que se llevaban a la boca, y bebían con pajita de unas extrañas bolsas arrugadas, conversando entre sí con profesional indiferencia. La comida de astronauta era multicolor y parecía pensada para comerla con los dedos, para untarla en grandes tostadas...

Hoy, Lupita sabe ya a qué sabe, y cuando está en el espacio sueña con el crujir de un buen hojaldre o el sabor de un tomate maduro. No es extraño que luego, en casa, dedique su tiempo a cocinar, a inventar bocadillos sabrosos, a hacer guisos a fuego lento, legumbres y carne, salsas espesas y fragantes, ensaladas frescas y jugosas. Olores y sabores que la acompañan después, en sus largos paseos orbitales, en su vigilia espacial.









lunes, 12 de enero de 2015

después

El día ha sido largo y la gente se ha ido marchando, menos mal. Las chicas se bajan de sus tacones imposibles y se apoyan de manera informal en la pared para masajearse las pantorrillas. El oropel se apaga, el peinado se desordena ligeramente, los labios rojos dibujan una sonrisa cansada y los ojos brillan un poquito menos. 



Es ahora cuando Lupita mira a sus compañeras y las ve como son de verdad, ni Barbie ni Batgirl. Y es ahora, se da cuenta de golpe, cuando podría enamorarse de cualquiera de ellas, y eso la hace feliz. 

lunes, 5 de enero de 2015

31

Me acuerdo todavía: cambiamos las uvas por emanems, y brindamos después con vino blanco muy frío, nada de burbujas, y nos pasamos la noche en el balcón mirando la luna en creciente, como una lasca de hielo en el cielo negro, contando estrellas, soñando con viajar a las colonias marcianas



Hoy bebo yo solo. Busco en el cielo el destello de la Estación Espacial. Te imagino allí, Lupita, en el mirador, con chocolate y vino rojo. Me contaste que la luz hace cosas sorprendentes en el espacio. Que desde allí se perciben matices inimaginables del color azul, que pasas el turno de descanso mirando los paisajes vertiginosos de la Tierra y contando estrellas... siempre, siempre contando estrellas.



Bebo solo en el mismo balcón, Lupita, y te busco en el cielo invernal.  

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