Nadie se extrañó cuando Lupita anunció que se había alistado en el Programa de Exploración Temporal: su relación con los relojes fue siempre digamos que flexible... incluso errática. La puntualidad, en fin, no estuvo nunca entre sus muchas virtudes, y una vez comenzó la etapa de ensayos perdimos la esperanza de que alguna vez llegara a estarlo. Desaparecía durante días, acudía a citas que no se habían fijado todavía... un desastre.
Una vez que los cronoviajes comenzaron en serio, la situación pareció adquirir una sombra de estabilidad, o quizá es que todos acabamos por fingirlo, no sé bien. El caso es que nuestras vidas continuaron su rumbo lineal, aderezado por las apariciones inesperadas y desordenadas de una Lupita que era a veces más joven de lo que correspondía y a veces parecía venir de tan lejos que nos miraba como si no nos reconociera.
Pero no a todo nos acostumbramos, o yo no sé hacerlo, y es que hay cosas difíciles de asimilar. La Lupita que anoche me besó, por ejemplo, esa Lupita de labios húmedos y olor a mandarina... ¿de cuándo es? ¿La próxima vez que la vea será para ella un después o un antes de ese beso? ¿En qué momento del futuro ese beso tendrá continuidad... o será que la tuvo en el pasado, esa noche inesperada de hace dos años?
Lupita, vas y vienes y yo ya no sé...
No hay comentarios:
Publicar un comentario