lunes, 24 de febrero de 2014

vivir

Es que de todo hace ya demasiado tiempo, Lupita, y los días son, más que nada, un mero gestionar fatigas y tedios. Pero te veo ahí, sentada detrás de tu batería, los ojos grandes mirando a cámara, encendidos, la boca muy roja, y me devuelves el buen humor y las ganas de levantarme del sillón, de abrir las ventanas, de salir a la calle.


No sé qué será mañana de ti, niña; no sé si pilotarás astronaves o la caja registradora de un Mercadona, pero sé que, hagas lo que hagas, lo harás con el impulso y la alegría de un incendio, y saberlo me da energía para seguir aquí cerca y verte reír, verte vivir... 

Y es que verte vivir me da a mí la vida, Lupita.

lunes, 17 de febrero de 2014

transiberiano

Están los días Ana Karenina, de andén brumoso y abrigo de zorro blanco, y están esos otros días de tren bala en los que se siente veloz y letal, un poco Trinity y un mucho señora Peel. También hay días transiberianos, tediosos, y están esos otros en los que querría escuchar pasos en el techo del vagón, correr hacia la puerta y saltar de ahí al caballo sin pensarlo, huir al galope, internarse para siempre en territorio indio y no mirar atrás.


Desde muy pequeña, para Lupita las vacaciones y los trenes, la aventura y los trenes, lo desconocido excitante y los trenes, han sido siempre una única cosa. Y, de alguna manera, en su fantasear cotidiano sigue siendo así.

Y a Freud, y a Hitchcock, que les den.

lunes, 10 de febrero de 2014

tinta y agua

Tiene gracia cómo las cosas cambian sin que una se de cuenta. Lupita lo piensa mientras se quita las gafas y se frota los ojos cansados. Tantos años incapaz de vivir sin pareja, años tumultuosos y memorables en muchos sentidos, y ahora no podría ni plantearse la idea de compartir su casa con nadie. Ni su vida. Ama su espacio y ama su tiempo, el silencio elegido, los amaneceres a solas.

Al otro lado del ventanal ha oscurecido ya, y puede ver su reflejo en el cristal. Se ha vuelto a cortar el pelo muy corto, a lo Louise Brooks. Le gusta cómo le quedan así las canas. También le gusta, quién lo hubiera dicho, cómo ha cambiado su cuerpo, de la elegancia elástica de Valentina a la sensualidad confortable de las mujeres de Tardi. Se siente bien con su nueva imagen, que le hace pensar en una cosmonauta rusa de vuelta de muchos años de misión.



Vuelve a ponerse las gafas y centra su atención en el papel. Sigue dibujando, como ha hecho siempre. Tiene otros horarios, eso sí... La espalda no le deja ya remontar noches enteras delante del tablero o de la pantalla. También ha cambiado su relación con lo que hace. Se adaptó rápido a lo digital, pero le gusta el tacto del papel, la sensación física de dibujar. Y ha descubierto, además, la felicidad de saltarse el paso previo del lápiz y construir imágenes a golpe de mancha e intuición, tinta y agua.

Se levanta para servirse una copa de vino. Blanco, muy frío. Lo paladea fuera, en el balcón. Despacio. 

Decide que le gusta su vida, se gusta a sí misma. No es algo que haya pensado hasta hace muy poco... pero sí: se siente cómoda aquí y ahora, y eso la hace feliz.


lunes, 3 de febrero de 2014

Residencial Las Arenas de Marte

Reunión de vecinos en la urbanización. Lupita se sienta al fondo, cerca de la puerta: no será la primera vez que huya en medio de una discusión que se le antoja un bucle temporal sin solución.

Alguien propone terraformar el jardín y plantar pepinos y pimientos. Hay quien insiste en cambiar el nombre de la calle principal: no le gusta Bradbury, prefiere Avenida de Arthur C. Clarke. Un tercero avisa de una plaga de la que ha oído hablar en el centro comercial: misteriosos hombrecillos verdes que aparecen a su antojo en los lugares y momentos más inoportunos. Alguien más propone segregar los espacios comunes: no quiere que sus hijos, esas bestias pequeñas, compartan ocio con clónicos o androides.



Las voces se alzan, las manos gesticulan con vehemencia creciente y Lupita distrae la mirada detrás del ventanal: allá lejos, justo en el filo del horizonte oxidado, un resplandor verde... quizá el espejismo de un Marte que jamás fue. 

Lupita sonríe y da la espalda al tumulto. 

Lupita sueña...

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