lunes, 26 de octubre de 2015

heavenly



Ahora que llegaron las lluvias, Lupita se ha comprado unas botas de color azul cielo para poder pisar todos los charcos.

lunes, 19 de octubre de 2015

Louise

Supo de ella en las páginas que dibujó Guido Crepax, esa Valentina audaz y enigmática, de piernas largas y mirada ensoñadora. Más adelante volvió a encontrarla de la mano de Corto Maltés y en Venecia: ahí estaba ya la risa vivaz y la piel luminosa de las que se enamoró después, viendo sus películas una y otra vez.

Leyó mucho sobre ella antes de decidirse, y por fin, una mañana despejada de octubre, Lupita introdujo el pertinente algoritmo en las entrañas de la Máquina y saltó atrás en el tiempo. Se instaló en Rochester y se las arregló para colarse en su casa con el equipo de la RAI que la visitó en 1983: allí estaba también Hugo Pratt, tan fascinado como ella misma. 


Durante los siguientes dos años, la vio a menudo. Escuchó las historias sobre su vida, el Hollywood del cine mudo, sus trabajos europeos, el alcohol, el sonoro, el eclipse. Aprendió a desentenderse del mito y llegó a amar a esa mujer ya muy destruída que era mucho más que sus recuerdos. 

Huyó dos días antes de su muerte, saltó aún más atrás, los años veinte. Quería cerrar el círculo, verla en su esplendor. Pero no se acercó a ella, prefirió contemplarla de lejos, como en una pantalla de cine, y quedarse con el recuerdo de quien después fue.

lunes, 12 de octubre de 2015


Se ha mudado tantas veces que ya ha perdido la cuenta, y en cada mudanza ha dejado un rastro de libros abandonados que luego ha ido recuperando y, a veces, redescubriendo. Es incapaz de imaginar una casa sin libros, porque no puede concebir su vida sin ellos: mesas atestadas, torres inestables en cada rincón, estanterías combadas por el peso. Desordenados a conciencia y con alegría: ese desorden que nace del uso diario, de la curiosidad repentina y del juego.



Así que, cuando alguna vez Lupita entra en uno de esos pisos en los que no se ve ni un solo libro, una de esas casas que parecen huecas, desiertas, no puede evitar mirar con suspicacia a quien vive en ella, no puede resistirse a la desconfianza. Y procura, en cuanto que puede, huir, poner tierra (y papel) de por medio.

lunes, 5 de octubre de 2015

meanwhile...

Hay dos mundos posibles. En uno de ellos, ese ruido de taladros que surge del túnel del metro sería la primera señal de alarma de una nueva acción del Hombre Topo, o quizá de las fuerzas hostiles de HYDRA. En el otro mundo, en cambio, no sería más que el estruendo habitual de las obras que nunca terminan.



Dos mundos posibles: color y blanco y negro, cara y cruz, ying y yang. Cada día, Lupita oscila entre los dos. Hoy, se decide por el primero. Deja de lado la mañana gris, la enésima entrevista de trabajo tediosa e inútil. Se ajusta los correajes y el antifaz, salta desde el andén, elástica, y avanza entre las vías en silencio, se adentra con paso flexible en la oscuridad aceitosa...

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