lunes, 31 de agosto de 2015

volver


En su burbuja de tiempo detenido, orbitando la estrella de neutrones, Lupita piensa en volver, en regresar a la Tierra. Hace una lista de todo lo que echa de menos, cosas minúsculas que damos por sabidas: tener el cielo allí arriba y los pies en el suelo, mirar al horizonte, extender los brazos y no tropezar con paredes de metal, poder rozar otra piel; gritar, correr, dejarse caer sobre la hierba.



Con los ojos fijos en el abismo azul, metódica, elabora una estrategia lenta para aprovechar la curvatura extrema del espacio como posible vía de escape. Los algoritmos circulan como escolopendras de cristal por el sistema nervioso del ordenador de a bordo, el motor de la astronave se despereza con una sucesión de crujidos y murmullos. La oscuridad se incendia.


Es hora de marchar.






lunes, 24 de agosto de 2015

sweet


quiso recuperar esos recuerdos

el ruido de la cuchara en el tazón, el aroma del chocolate caliente
el chirrido nocturno de los grillos
el olor espeso de la higuera del patio
el sabor de ese arroz con conejo, del pan con aceite y azúcar
el murmullo del mar por las mañanas
el ladrar de las gaviotas

hizo una lista
la repasó, la reescribió



inventó alguna cosa, seguro
algo que le contaron, algo que quizá leyó hace tanto

ir en bicicleta por el paseo marítimo
comer sandía fresca en la playa

con la lista hizo una canción
aunque le faltaron las palabras y la rima se le trastabilló

estaba todo ahí, en la melodía
en la manera de cantar

su voz arenosa




lunes, 17 de agosto de 2015

dirty

Cómo no te vas a acordar de ella, es esa chavala que se cortó la melena un día y apareció con el pelo al dos y una minifalda de cuero que a las monjas casi les da un infarto... Sí, hombre, Lupita, la que estuvo tonteando con el Lanas, te tienes que acordar, que parecían siameses: iban juntos a todas partes, no los despegabas ni con agua caliente.

Eso es, esa misma.Te acuerdas, ¿no? Pues me la he encontrado hoy. En el tren, de vuelta del curro. Joder, qué mal rollo...



No lo sé, tío... Siempre me pareció que, de todos nosotros, era la que acabaría por comerse el mundo, y cuando la he visto así... Yo qué sé, me he quedado un poco hecho polvo.

No sé, apagada, gris. Cansada, triste. 

Pues eso, sí, como tú y como yo. Como todos: hecha una mierda. Pero, tío, es que ella no era así, ¿no te acuerdas? Lupita tenía luz propia, lo iba a petar... 

Joder, es que si ni siquiera ella ha podido ganar, entonces ya me contarás qué nos queda a los demás...

lunes, 10 de agosto de 2015

pinturas de guerra

Lupita fue esa niña rara que se quedaba leyendo debajo de la sombrilla durante los meses de verano. La que no tomaba el sol ni jugaba en la playa. La que no jugaba en el parque, ni en el patio del colegio. Fue esa niña rara que prefería jugar sola en casa, en su cuarto.

Los años pasaron y ella no cambió, pero sí su piel, que se tornó más y más blanca con el tiempo, hasta hacerse transparente y frágil como el cristal.

Y de pronto, de la noche a la mañana, Lupita desapareció. Se volvió invisible, como en ese episodio de Buffy.



Al principio nadie notó la diferencia. Ella estaba ya acostumbrada a que nadie se diera cuenta de si estaba o no allí, y actuaba ya desde antes como si nadie pudiera verla, porque en realidad nadie la miraba desde hacía mucho tiempo. Nadie. Sin embargo, poco a poco, muy despacio, algo en ella se fue activando, una desazón, una inquietud creciente. Se dio cuenta de que en el mundo real no hay cazavampiros que den la cara por una, y decidió que iba a tener que sacarse las castañas del fuego ella solita.

Cuando volvió, se había tatuado golondrinas en los hombros y un signo de interrogación en cada muñeca, se había cortado el pelo al dos y lucía el maquillaje como quien luce pinturas de guerra. Siguió prefiriendo leer a la sombra y jugar sola en casa, pero ya nadie pudo hacer como que no la veía. Nadie, nunca. 

lunes, 3 de agosto de 2015

wish you were here

Querida Lupita:

Te escribo sobre todo para ordenarme las ideas, y porque quiero pensar que sigues ahí, en alguna parte... ahí arriba; sé de sobra que, de llegar a enviarte esta carta, es más que probable que no la recibieras nunca. Lo del correo, después de la Bomba, no ha habido manera de arreglarlo. Y pensar en tener correspondencia con las colonias es de locos, claro. Bastante tenemos con lo nuestro.

Aquí somos pocos, ya sabes. Y pasar el tiempo en los túneles no ayuda a la convivencia, así que hay días que todo el mundo parece enfadado con todo el mundo, y no hay más que caras largas y, más que hablarnos, nos ladramos.

Se nos va la vida en completar todas las tareas: los turnos en las tuneladoras, las brigadas de desinfección, las guardias, construir, destruir... Apenas tenemos oportunidad de otra cosa, y además acabamos agotados y ni para soñar nos quedan luego fuerzas.

Sin embargo, algunos hemos encontrado tiempo y ganas para cultivar un pequeño jardín casi en secreto. (No hay nada que lo prohíba, pero nos gusta pensar así: nuestro jardín secreto. Nuestro: eso es lo importante, creo yo.) Está casi en la superficie, resguardado del exterior pero al alcance de la luz del día. Cultivamos casi cualquier cosa, y no puedes hacerte una idea de la alegría que supone ver esos pequeños brotes verdes, tan frágiles pero tan decididos a vivir. 



Anoche, antes de irme a dormir, me di cuenta de que uno de los cactus (es lo que más tenemos, claro) había florecido: una flor minúscula, arrugada todavía, húmeda y de color muy rojo. Y mientras intentaba conciliar el sueño, me pregunté si también en Marte tenéis vuestros jardines secretos. Me gusta pensar que sí, que los tenéis... y que estás ahora escribiendo una carta para contármelo, una carta manchada de polvo rojo que no voy a recibir nunca.

Buenas noches, Lupita. Ojalá estuvieras aquí.

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