lunes, 25 de mayo de 2015

té para dos

He visto hoy en el tren a dos chicos y una chica, esa combinación tan de todos los días. Ella, de perfil delicado y flequillo rebelde, los ojos grandes que van de uno a otro, la sonrisa dulce. Y ellos. Expansivo uno, de gestos a lo mejor un poco torpes, deportista, más o menos guapo, a esa edad no acaba de definirse bien; muy payaso. El otro, su reverso: tímido y delgado, de cejas gruesas y manos muy blancas, como olvidadas sobre las rodillas.Flash Thompson y Peter Parker, la misma historia de siempre, él y ella y él, mirándose. Yo los miro también mientras simulo que leo, y me acuerdo de cuando tú y él y yo, Lupita, y me sube una marea amarga por dentro. 



Ha pasado el tiempo y sigo esperando que me pique la puta araña radioactiva. Hay días en que me da por perdonarte que te lo tiraras, ¿sabes? Pero, la verdad, a quien de verdad echo de menos es a él. Y no me cuesta nada imaginar... 

lunes, 18 de mayo de 2015

night music

el crujir de los muebles que se acomodan al tiempo nocturno, más lento
el viento que agita la persiana con ruido de osario
el borboteo repentino de las cañerías
la calefacción que se enfría
una risa en la calle, pasos apresurados


en la Estación Orbital, adormilada
por el murmullo perpetuo de las máquinas, Lupita flota
en su habitáculo
y añora los sonidos de la Tierra 

lunes, 11 de mayo de 2015

aviones de papel

Se puede decir que nos pasábamos el verano en la azotea, era nuestro territorio. Montones de tebeos, libros de Los Cinco, papel para dibujar y la piel a prueba de rayos gamma: ¡cómo pegaba el sol! Los tres panza arriba, cada uno un poco a lo suyo pero pendiente siempre de lo que los demás hicieran. Inventando aventuras sobre la marcha, construyendo sueños en común que manteníamos de un año para otro. Cuando caía la noche, antes de bajar y separarnos, mirábamos un ratito las estrellas: esa parte del sueño era de Lupita, ahí pilotaba ella y nos llevaba de tripulación hasta Ganímedes, por lo menos.


Con el tiempo fuimos subiendo menos a menudo, y llevamos a otra gente, además. Se acabaron Los Cinco y llegaron las primeras cervezas, los cigarrillos, sueños más terrenales. Empezamos a mirar menos al cielo y mucho más a las chavalas de falda corta y ojos grandes que a veces se venían con nosotros: la piel caliente de sus muslos era la única última frontera que entonces nos interesó explorar, y mientras estábamos en eso (con poca fortuna y más de una catástrofe, ay) Lupita no dejó nunca de escaparse a última hora para mirar la luna, a solas o bien abrazada a alguien.


Hoy me he acordado de repente, después de hablar contigo. Menudo día de noticias de mierda: el accidente de J, el velatorio de L, los resultados de esas pruebas que me hice...  yo qué sé. Llevamos igual veinte años sin vernos, pero hoy me he acordado y esta tarde voy a subir a la azotea otra vez. Me voy a subir con unos botellines y un par de tebeos y voy a esperar a que anochezca, y voy a buscar el destello de la Estación Orbital, ya sabes que desde aquí se ve de lujo. Y voy a brindar por Lupita, que estará allá arriba y a lo mejor también se acuerda de nosotros. Ella fue la única que se atrevió a perseguir su sueño, y acabó por conquistarlo.

Y voy a brindar también por los demás, claro. Los que seguimos aquí... y, sobre todo, los que ya no están.

lunes, 4 de mayo de 2015

el puente

Recuerdos de una cocina grande en la que palpitaba la vida entera de la casa, con los gatos del vecindario entrando y saliendo, el charloteo incesante de la radio y el aroma del laurel y el tomillo puestos a secar. Una mesa grande y pulida por el uso, de madera oscura, una mesa donde dibujar y leer mientras el puchero hierve despacio. Sartenes y cazuelas amontonadas, platos de loza gruesa, frascos de compota y miel, conservas caseras en los armarios. Vecinos que entran a saludar, risas en el patio, el sabor del pan recién hecho.



Hoy, en su cocina escueta, Lupita bebe café con leche en los mismos tazones de su niñez. Están un poco desportillados, pero los cuida con mimo: le gusta sostenerlos y que le llenen las manos, sentir su peso en ellas. A veces, en esos días lentos y de cielo encapotado, también ella siente el ánimo desportillado, y le parece estar atrapada en una secuencia a cámara lenta que no acaba nunca. Días de añorar no sabe bien qué.

Seguidores